martes, 23 de noviembre de 2010

Los orígenes políticos de mi padre (Primera parte)

Ya hacían esas tibiezas tan lindas de octubre, después del largo invierno de 1958, cuando mis padres nos aleccionaron a mi hermana y a mí para que supiéramos que en unos días más le entregaríamos un ramo de rosas blancas a un señor que iba a pasar por casa.

Unos días antes habíamos acompañado a mi padre por Treinta y Tres y Cerro Largo en un viaje hasta la frontera de inspección por batallones del este del país, y recuerdo que en el viaje nos hablaba de un señor que se llamaba “Chiquito” Saravia y que había muerto por la zona donde pasaríamos. A mi hermana de siete años (un año más que yo) le había impresionado mucho la historia que mi padre nos contaba sobre la muerte de “Chiquito” Saravia.

Recuerdo vagamente que paramos en una cuchilla pelada y una simple cruz señalaba el lugar dónde habían matado a este personaje que mi padre admiraba mucho. Nos dijo que juntáramos muchas flores del campo para ponerlas en la cruz y así, con mucho entusiasmo empezamos a juntar muchas flores silvestres que abundaban por ese mes de octubre.

Mi hermana juntaba las flores sí con entusiasmo pero no con mucha alegría. Era toda seriedad. Cuando teníamos un buen montón las depositamos en la cruz donde mi madre las acomodó con cierta dignidad y de pronto mi hermana suelta un llanto incontenible.

–Pero Graciela, ¿por qué llorás?– le preguntó mi padre.

–¿Te pasó algo?– interrogó mi madre.

–Es que me da mucha lástima lo que pasó a este pobre niño– fue la respuesta empapada en lágrimas de mi hermana.

–Pero ¿a qué niño, m´hija?

–A este chiquitito Saravia que se murió aquí…

Mi padre tuvo que repetir en versión mejorada la clase de historia sobre uno los personajes más conspicuos del Partido Nacional (Blanco) para que mi hermana ya no sufriera más.

Estos fueron los orígenes políticos de mi padre, era blanco y herrerista, cosa no muy frecuente dentro de los militares de aquella época.

Finalmente llegó el día esperado de la entrega de las rosas blancas. Nos bañaron, peinaron y vistieron con ropa nueva y blanca que nos mantuvo sentados –para no ensuciarnos–hasta el momento preciso en que pasaría un montón de autos, camiones, tractores y ómnibus con banderas blancas. Se trataba de la “Caravana de la victoria” que venía de tardecita de Treinta y Tres y pasaría por Minas, entrando por el barrio Las Delicias. Alguien había preparado la escena porque de pronto un ómnibus muy adornado se para frente a mi casa que casi hacía esquina con la ruta 8 que une a Minas con Treinta y Tres. Se abre la puerta y baja un señor muy alto con el pelo y bigotes muy blancos y a él le entregamos el ramo de rosas blancas que mi madre había cortado de nuestro jardín. El señor se agacha y nos da un beso a mi hermana y a mí, y mira hacia mi casa donde mi padre de traje blanco de lino y mi madre de vestido blanco aguardan en el porche sin salir de casa. El señor levanta su mano y saluda con cierta discreción a mi padre quien le devuelve una leve inclinación de respeto y admiración pero conteniéndose por su carácter de militar en activo, situación que le imposibilitaba las actividades políticas.

Estallaron los aplausos de la gente, fundamentalmente los vecinos que entendían más que nosotros de aquel intercambio mesurado de saludos.
Mi hermana y yo, hinchados de orgullo, no cabíamos dentro de la ropa que sin entender mucho nos dábamos cuenta que habíamos hecho algo muy importante. Los años nos fueron dando justa dimensión de aquella acción: Luis Alberto de Herrera 1 había recibido las rosas y nos había dado un beso…



1 Los lectores que no son uruguayos deben saber que Luis Alberto de Herrera (Montevideo, 22 de julio de 1873 - 8 de abril de 1959) fue un político, periodista e historiador uruguayo, principal caudillo del Partido Nacional durante más de 50 años. Fue una de las principales figuras políticas de Uruguay en el siglo XX.

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