domingo, 10 de julio de 2011

Berta Rojas y Agustín Barrios en Toluca

El pasado 6 de julio se presentó en la Sala Felipe Villanueva la guitarrista paraguaya Berta Rojas con un programa enteramente de su compatriota Agustín Barrios, como es su costumbre.
Esta verdadera adalid de la difusión de las composiciones de Agustín Barrios, el mayor compositor de música para guitarra, según la respetable opinión del guitarrista australiano John Williams, conmovió a un auditorio que no se caracteriza por ser muy entendido en la música para este instrumento.

Muchos aspectos se pueden comentar de la calidad de este recital que quedará en nuestra memoria. Empecemos por la muy cuidada amplificación de la guitarra en una hermosa sala pero de muy grandes proporciones para este instrumento. Recordemos que la Sala F. Villanueva es la casa de la Sinfónica del Estado de México por lo que puede imaginarse su tamaño, pero una buena amplificación resolvió el viejo problema de este instrumento de tan poco volumen. La calidad de la amplificación estuvo a la altura de tan magnífica artista y qué bueno que Berta Rojas acepte esta ayuda tecnológica que muchos guitarristas desdeñan (recuerdo en esta misma sala las dificultades para oír a Alfonso Moreno tocando sin amplificación el Concierto de Aranjuez…).

Comenzó el programa con el conocido trémolo “Una limosna por amor de Dios” (también conocida como “El último canto”) que lo interpretó con exquisita sensibilidad y técnica envidiable. El comienzo no pudo ser mejor. Luego interpretó una obra menor de Barrios: “Aconquija” de la “Suite andina”, que quizás fue la única que no estuvo a la altura acostumbrada de las composiciones del gran paraguayo. Siguió con “Maxixe”, “Estudio de concierto” y “Estudio sinfónico”, estos dos últimos erizados de dificultades técnicas que parecían sencillos en las manos con larguísimos dedos de Berta Rojas.

Uno de los puntos culminantes del concierto fue la interpretación del “Chôro da saudade”, una de las obras más bellas de Barrios donde el espíritu de Villalobos está siempre presente. Confieso mi admiración por la interpretación de Berta que fue de grandes quilates; un fraseo maravilloso, contenido, mandando sobre las notas que conmovió a un público ya totalmente entregado. Había que aplaudir por tan maravillosa interpretación pero no queríamos que se rompiera el encanto silencioso del final.

Culminó la primera parte con dos danzas paraguayas (“Caazapá” y “Jha che valle”) de finísima factura y con ese fraseo tan propio de la ejecutante guaraní. Vale la pena comentar que en la segunda danza fueron finamente tocadas esas notas iniciales en la cuarta y quinta cuerda que nos traen muy breves pinceladas de antiguos yaravíes de origen incaico.

La segunda parte la inició con “Un sueño en la floresta” donde nuevamente lució su trémolo muy bien ejecutado y la interpretación siempre tan sensible. Los Valses Op. 8 No. 3 y 4 donde Barrios demuestra su admiración por F. Chopinfueron las siguientes piezas siempre interpretadas con buen gusto y dominio absoluto del instrumento.

En “Julia Florida” vuelve a encantarnos Barrios y Berta Rojas. Una pieza aparentemente sencilla, donde el gran paraguayo no recurre al virtuosismo sino a la música con delicadísimo entramado donde la expresividad de Berta se encuentra a sus anchas. “Las abejas” nos trae nuevamente al Barrios virtuoso, con una vorágine de notas que sutilmente Berta logra barajar con limpieza y llegar a los acordes finales con ese desdén del torero que burla a la bestia de Miura.

El final es con broche de oro. La célebre página de Agustín Barrios “Mangoré” cierra el concierto: “La catedral”; esa magnífica obra que el paraguayo escribiera mirando las torres de la iglesia matriz de la ciudad de Montevideo durante su prolongada estadía en Uruguay. Los dos primeros movimientos son abordados por Berta con musicalidad serena y profunda para regalarnos el Alegro solemne con maestría y finura.

Nadie se contuvo y la sala, unánime, conmovida, agradecida aplaudió con fuerza y obligó a que Berta nos regalara un bis: la muy conocida “Danza paraguaya”, preciosa galopa interpretada con velocidad, limpieza y ese acento paraguayo que es parte muy íntima de la concertista guaraní.

Queríamos seguir oyendo a Agustín Barrios y a Berta Rojas y por eso aplaudimos con emoción al terminar la “Danza paraguaya”, sin embargo —sólo en Toluca podía suceder— insólitamente se mete en el escenario el organizador y sus primas en medio de los aplausos a la guitarrista. Intentan señalar los esfuerzos que tuvieron que hacer para que ese concierto se llevara a cabo, situación que a nadie le interesa. Se rompe así, bruscamente, el encantamiento entre el público y la concertista paraguaya. Pero no pudo el organizador novato y desubicado sacarnos el grato sabor que nos dejó estas composiciones e interpretaciones tan hermosas y sentidas. ¡Gracias, Berta!

Nota: todas las obras que Berta Rojas tocó en Toluca se pueden disfrutar en YouTube.com indicando el nombre de la pieza seguido del nombre de la guitarrista.

Cédar Viglietti (Toluca, julio de 2011)

Fotografía: Cédar Viglietti