jueves, 23 de agosto de 2012

LA LEGALIZACIÓN DE LA VENTA DE MARIHUANA BAJO CONTROL ESTATAL EN URUGUAY

Uruguay está envuelto hoy en una discusión que le hace bien al país porque somete a la consideración pública un tema muy complejo que no ha sido aún analizado a fondo y es necesario hacerlo con mesura, sensatez y responsabilidad: la legalización de la venta de la marihuana bajo control estatal.
Me atrevo a dar una opinión desde muy lejos porque me sigo considerando ciudadano uruguayo (aunque “de segunda” por no tener derecho a votar desde el extranjero) y porque tengo también la ciudadanía de un país como México que hoy vive una situación trágica por ser territorio en disputa por los cárteles de la droga.

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En primer lugar una precisión importantísima: se trata de la legalización de la venta de marihuana y no de su consumo que en Uruguay es legal. Hecha esta aclaración creo que para discutir el tema en cuestión deberían verterse las opiniones sin preconceptos, sin poner oídos sordos a las opiniones contrarias entre quienes defienden la legalización de la venta de la marihuana y quienes están en contra, es decir, deberíamos todos hacer un análisis lo más amplio posible que considere todos los aspectos que rodean a la venta legal de esta droga: los de salud, los sociales, los políticos y los de seguridad ciudadana.
He leído y escuchado con atención al Dr. Edgardo Buscaglia[1] que permanentemente advierte a México que la violencia no tendrá fin en este país hasta que se “ciudadjuarice” todo el país y sus consecuencias afecten hasta las propias familias de los empresarios y gobernantes que hoy tienen –mucho de ellos– nexos y negocios con los narcotraficantes. Al respecto recomiendo el video de una conferencia de Buscaglia en México (www.youtube.com/watch?v=Mg20OkOA8Nc) que es tremendamente aleccionador para entender quienes están detrás de estas poderosas mafias del tráfico de drogas y de 22 delitos más (tráfico de personas, lavado de dinero, secuestros, asaltos y robos a transporte de mercaderías, contrabando, piratería y extorsión, entre otros).


¿Qué hace atractivo que autoridades, empresarios y bancos se corrompan y resguarden estos negocios que tanto dañan a un país? Es el increíble margen de utilidad que deja un kilo de marihuana producida en México (pongamos a Michoacán, por ejemplo) donde se le paga al productor alrededor de 22 dólares por kilo de la hierba prensada y se la vende entre 9,000 y 12,000 dólares del lado estadounidense de la frontera. El gasto de transportación y “aseguramiento” para que la droga llegue intacta a la frontera de Tamaulipas es de 650 dólares por cada kilo , así que sumemos el costo del producto y las “mordidas” por el paso seguro a través de varios estados y veremos cómo menos de 700 dólares se transforman en 10,000 pocos kilómetros más adelante. [2]

Estos brutales márgenes de utilidad son la clave para entender con cuántos recursos cuentan los narcotraficantes para corromper autoridades y disputar el control –municipio por municipio– de cualquier estado débil.

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Otro factor a tener en cuenta es la enorme facilidad que tienen los cárteles en reclutar gente para las tareas más sucias y peligrosas. Basta ver una película colombiana (“Sin tetas no hay paraíso” del cineasta Gustavo Bolívar) y comprenderemos por qué tantos jóvenes sin empleo se integran sin dudarlo a trabajar para las mafias. Usé la palabra “trabajar” porque así lo sienten las muchachas y muchachos marginados que no dudan vivir pocos años (entre 30 y 40 por los altos riesgos que corren) pero accediendo a las atractivas vitrinas del consumo de mercancías, en lugar de una larga pero austera vida de trabajo legal sin los bienes soñados.


El Dr. Buscaglia advierte sobre la “paradoja de la represión” que lleva adelante el gobierno mexicano según la cual, a mayor endurecimiento contra la delincuencia, los criminales aportan más dinero para corromper policías. Buscaglia precisa: "Las organizaciones criminales son empresas, estamos ante empresas; uno no cierra un banco matando o deteniendo a los cajeros ni a los gerentes, uno cierra un banco quitándole los activos, las cuentas bancarias, los edificios…”
Por ahora el gobierno mexicano mata o detiene cajeros…

Este panorama introductorio de lo que pasa en México era, años atrás, algo totalmente ajeno a los ciudadanos uruguayos, pero ya hay señales en el paisito que se cabalga sin detenerse a situaciones de violencia e inseguridad desconocidas. Queda claro que Uruguay no es un territorio de tránsito de drogas para la sociedad de mayor consumo de estupefacientes como lo es la norteamericana, pero asistimos cada día al avance de estas organizaciones y sus allegados que trafican, hacen “ajustes de cuenta”, copan grandes comercios, efectúan secuestros exprés y varios etcéteras más. No podemos desdeñar el avance del desprecio por la vida y la pérdida de la sensatez que mina a los jóvenes de la sociedad que han ido perdiendo valores morales producto de la violencia que nos invade permanentemente por la televisión y los videojuegos alentados por otra mafia: la industria armamentista y su promotora Asociación Nacional del Rifle (National Rifle Association), el lobby más poderoso de venta de armamento que haya defendido el uso masivo de armas en EEUU. Paradójicamente, los estadounidenses dicen luchar contra los cárteles pero les venden armas muy poderosas para que controlen México…
Es curioso, pero EEUU, el país de mayor consumo de drogas, el más violento y uno de los más corruptos (corrupción confirmada al distribuirse diaria y puntualmente toneladas de drogas en todo el país del norte, incluido Alaska) es el más ajeno a considerar la legalización de la venta de cualquier estupefaciente.
Más allá del problema del consumo de marihuana –insisto hoy legal en Uruguay– y el problema de salud pública que implica, es claro que la distribución y venta de este psicotrópico en manos de traficantes sin escrúpulos ha sumido a las autoridades de los distintos países de América Latina en un enfrentamiento sin posibilidades de éxito y donde la espiral de violencia crece todos los días.


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La propuesta del gobierno uruguayo de producir y comercializar controladamente la marihuana apunta a quitar de raíz el negocio tan lucrativo de las manos de las mafias que operan exitosamente gracias al gran poder económico que tienen, no apunta a matar al cajero y esto parecería muy positivo o por lo menos novedoso ya que no insistiría en lo que hasta ahora ha demostrado no funcionar: la represión.

También he escuchado con mucha atención a un opositor a la propuesta del gobierno uruguayo, al Dr. Guillermo Castro Quintela, Jefe del Departamento de Psiquiatría del Hospital Británico en Uruguay que fue entrevistado por la televisión de ese país (http://74.204.167.231/codigopais/noticia/35382_%5CLa-marihuana-es-una-droga-dura%5C/) donde con detalle explicó los alcances médicos que tiene el consumo de esta hierba.  Me llamó la atención que el doctor siempre se refirió a la “legalización de la marihuana” y no a la legalización de la venta de la cannabis,  pero debo suponer que se refiere al segundo aspecto. Apretadamente hago un resumen de sus respuestas que usted, amigo lector, podrá ver y escuchar en forma completa:
  • Advierte que al legalizarse habrá consumidores nuevos.
  • Su consumo produce esquizofrenia.
  • Produce depresión mayor.
  • La experiencia de la legalización en el mundo no ha sido exitosa.
  • Se consume la marihuana para combatir la ansiedad, a diferencia de la pasta base (droga barata sintetizada con cocaína) que es para excitarse.
  • La marihuana se consigue en cualquier lado (los muchachos que cuidan autos la venden, “de buena y mala calidad”), todo el mundo lo sabe.
Además de hacer varias precisiones sobre otras drogas y sus efectos y perjuicios el Dr. Castro Quintela aporta información –con base en revistas médicas indexadas– que muchas veces los consumidores de marihuana pretenden descalificar alegando que no hay comprobación científica de estos daños.
Creo que nadie con sensatez podría objetar nada de lo que dice este calificado psiquiatra sobre los efectos del consumo de la marihuana y que ésta nunca podrá sustituir el consumo de la pasta base que tanto daño ocasiona a muchos jóvenes uruguayos. Sin embargo el tema en cuestión no es ese; el tema es la producción y venta controlada de la marihuana para quitarles poder económico a las mafias y bajar, consecuentemente, la violencia en el país. He leído que algún funcionario del gobierno uruguayo se ha referido a que la legalización de su venta podría disminuir el consumo de pasta base, situación que el Dr. Castro Quintela descalifica en la entrevista con sólidos argumentos que demuestran los distintos efectos buscados en una y otra droga.

El problema de salud pública del consumo de la marihuana y otras drogas es el que habría que atacar con mayores energías que las que se han puesto en defender la legalización de la venta de la cannabis. En el caso mexicano llama poderosamente la atención la falta de campañas gubernamentales bien pensadas y montadas en todos los medios disponibles, así como el tratamiento de este tema como materia obligatoria en los programas de estudios en la educación primaria, secundaria y media superior y superior en torno al daño irreparable que se ocasiona el joven al consumir tabaco, alcohol o drogas. En los últimos tres años hemos asistido –hasta la saciedad– a campañas políticas en la TV, radio y prensa escrita que cuestan verdaderas fortunas al erario público y nunca hemos visto una sola campaña contra el uso de drogas. Prácticamente el gobierno mexicano no toca el tema, no da resultados de encuestas sobre el tema, no hay entrevistas sobre las adicciones, no existen publicaciones oficiales masivas, ni espectaculares en las avenidas condenando su consumo, tampoco se utilizan los tiempos oficiales en medios electrónicos para combatir con toda energía este flagelo. Se involucran sin embargo –y está bien– a los deportes y deportistas más populares en campañas muy ruidosas y vistas contra el cáncer de mama o el cervicouterino, contra las gripes estacionales, contra la obesidad, contra el VIH, pero nada contra las drogas. ¿Por qué? ¡Vaya uno a saber!

Desconozco la situación uruguaya sobre verdaderas campañas antidrogas con los niños y jóvenes porque vivo muy lejos del paisito, pero cuando eventualmente lo visito no ha visto nada. Acepto que voy generalmente en períodos vacacionales de diciembre o enero y quizá no sea el mejor momento para ver campañas intensas contra el consumo de estupefacientes, pero tengo la firme sospecha de que son más intensas las campañas contra la gripe, el dengue o el uso de tabaco que contra las drogas.
La existencia, la insistencia y la creatividad de este tipo de campañas y su involucramiento en escuelas de todos los niveles serían la verdadera clave en la lucha contra las drogas, su tráfico y las mafias.

Deberíamos gastar más energía reclamando a los gobiernos de todos los niveles el uso de intensas campañas contra el consumo de drogas que contra la legalización de la venta controlada de la marihuana que es una medida concreta para desarmar económicamente a las bandas de narcotraficantes y que nadie podrá argumentar que no han dado resultados porque en los países (muy pocos) donde se han implementado no están acosados por las mafias como lo están en nuestra América Latina. El propio Dr. Castro Quintela, que se opone a la comercialización legal de la marihuana, reconoce que en cualquier lado se consigue (“… de buena y mala calidad…”) a través de los jóvenes que cuidan los coches estacionados en Montevideo. Ante esta situación es mejor que el gobierno produzca y controle su venta y así tendrá un padrón de adictos (real y no supuesto ni estimado que permitirá tomar medidas con conocimiento de causa) y ante el posible crecimiento inicial de consumidores anteponer una amplia, integral, multifacética e implacable campaña contra el uso de cualquier droga.

Finalmente, es importantísimo agregar que junto a este tipo de campaña antidroga habría que instrumentar también campañas por el valor de la vida, la convivencia en paz (incluido el tema del acoso escolar), la no violencia familiar, la serenidad y la sensatez de la sociedad que, claramente influenciada por la violencia contenida en cualquier tipo de programa televisivo sin restricciones de horario, se desborda en acciones descontroladas e injustificables.



[1] Abogado argentino, doctor en Derecho y Economía, cuenta con un postdoctorado en Jurisprudencia y Política Social por las Universidades de Illinois y de Berkeley. Es Senior Law and Economics Scholar de la Universidad de Columbia (Nueva York). Desde 2001 es asesor de la Naciones Unidas, organización para la que ha trabajado en calidad de Jefe de Misiones y de director y experto en materia de reforma judicial en países como Afganistán, Jordania, Pakistán, Nigeria y Colombia.

[2] Ver el interesante artículo “La república marihuanera”, ganador del Premio Internacional de Periodismo Rey de España 2011 que se puede descargar en http://www.m-x.com.mx/2011-08-07/republica-marihuanera-2/

viernes, 3 de agosto de 2012

No todo tiempo pasado fue mejor, pero…

No todo tiempo pasado fue mejor. Hoy se podría hacer una lista interminable de objetos, de tecnologías, de productos, que han facilitado la vida y dado al hombre la posibilidad de vivir más años, de disfrutar cosas impensables como comunicarse fácilmente con cualquier parte del mundo, viajar por extraordinarias autopistas que acercan lugares hasta no hace mucho inalcanzables, escuchar música en magníficos aparatos de alta fidelidad. No es necesario detenerse a hablar de nuevos medicamentos y técnicas que posibilitan el análisis de nuestro cuerpo y detectar con anticipación los males.
Para quienes hemos incursionado en el periodismo hoy reconocemos a la computadora conectada a internet como una herramienta imprescindible para escribir notas, para consultar cualquier duda a través de los buscadores, para confirmar información antes de darla a conocer, para archivar artículos, opiniones, fotografías, ilustraciones y un interminable etcétera más.
Pero es bueno y oportuno recordar algunas cosas de antes que eran mejores, no dañaban al planeta y nos hacían vivir manteniendo nuestra salud. Es claro que recordar estas cosas es constatar mi vejez y que ello puede hacer suspirar a los lectores jóvenes anticipando el insoportable “rollo” que se viene. Pero tengan un poquito de paciencia y analicemos algunas bondades de la vida anterior que hoy parece imposible reinstaurar.
Los festejos de cumpleaños de nuestra infancia eran un modelo de austeridad que disfrutábamos mucho. Una mesa con un mantel que sólo se usaba en aquellas ocasiones, vasos de vidrio, platos de loza con algunos bocadillos y la infaltable torta de cumpleaños (pastel en México) que nuestra madre y alguna solidaria tía o abuela ayudaba a decorar. Si la economía era buena aparecía un par de refrescos de cola o naranja y si no el infaltable Jugolín (polvo con sabores para hacer un refresco casero). Nada era desechable. Todo se lavaba y se volvía a usar. Los envases de refresco se guardaban hasta el siguiente cumpleaños o hasta el día de Navidad o Año Nuevo.




Los regalos que nos traían eran muy sencillos y útiles. Si eran juguetes se trataba de autitos de lámina o madera, alguna pelota de goma o, en el caso de las niñas, una muñeca de trapo con cabeza de yeso, algún jueguito de té de los primeros plásticos que conocimos. Nuestros padres, más prácticos, nos regalaban championes (zapatillas deportivas llamadas tenis en México) o un par de zapatos que ya no se podían aplazar, o alguna camisa o pantalón imprescindibles. Y pobres de aquellos niños que cumplían antes de comenzar el año escolar porque aparecían los lápices de colores, las cartucheras y con mucha suerte una cartera de cuero para llevar los útiles a la escuela si estaban por empezar con la primaria.
No había supermercados con estanterías para elegir un montón de marcas de un mismo producto. Nuestras madres nos mandaban al almacén de la esquina con una botella de vidrio bien limpia para que nos despacharan aceite comestible “suelto” de un tambo esmaltado (de “peltre” diríamos en México) que se accionaba con una bomba de mano. Si el aceite no era suelto debíamos dejar el envase limpio para que nos cobraran solamente el contenido de la nueva botella. El azúcar, la harina o el arroz lo tomaba el almacenero directamente de una bolsa de 50 kilos con una cuchara grande de hojalata y lo vertía sobre una hoja de papel estraza puesto sobre una balanza que luego con mucha habilidad convertía en un envoltorio firme y seguro. Todos los encargos los metíamos en una o dos bolsas de tela que tenían años y caminando regresábamos a la casa.




–¿Ya llegaste del almacén?
–Sí mamá.
–Bueno ahora andá a la panadería a buscar el pan para el almuerzo (comida en México).
–¿Por qué yo otra vez? ¡Que vaya mi hermana!
–No señor. Tu hermana me está ayudando en la cocina.
–¡Ufa! ¿Y qué traigo?
–Dos flautas y nada de ¡ufa! ¡Y cuando vengas le das de comer a las gallinas y después de comer te ponés a partir un poco de leña para la estufa (chimenea)!
Hacíamos ejercicio, sí señor. Sólo nos sentábamos para hacer los deberes escolares (“tareas” en México) o para escuchar de vez en cuando algún radioteatro de Julio César Armi que nos hacía volar la imaginación. Televisión no había en Minas, hablo de los años 1959 o 1960. Los días que me tocaba ir a Amigos del Arte a las clases de pintura y cerámica con el pintor Casimiro Motta caminaba mis buenas 15 o 20 cuadras de bajada hasta la casona de Aníbal del Campo y después de regreso subía el cerro Las Delicias que me hacía sudar la gota gorda.

En vacaciones las cosas no eran de estarse mucho quieto.
–¡No te puedo ver sentado! ¡Andá a regar las lechugas y los tomates y ponete a dar vuelta tierra en el cantero grande!– así se acababa la lectura de las revistas de Tarzán o El llanero solitario o los libros de Emilio Salgari que tanto me gustaban.
–¡Mamá! Hay hormigas en la lechuga y vaquillas en las tomateras.
–¡Andá a la cooperativa (empresa comunitaria de productos agronómicos que hubo en mi barrio Las Delicias) a comprar gamexane y pediles algún insecticida para las vaquillas!
–¡¿Y Graciela no hace nada?!
–Tu hermana me está ayudando con la ropa, así que ¡movete!
–Después que termine ¿me dejás ir al parque (Parque Rodó) a jugar a la pelota?
–Sí, pero te ponés los championes viejos y sin medias, no vayas a destrozar los nuevos, eh. Y a las 6 y media en punto estás acá.
Los championes viejos tenían soberanos agujeros en la suela y les ponía unas plantillas de goma de los pedazos cámaras de autos que me vendía Farah en la gomería (vulcanizadora en México) de la vuelta. No usaba calceta porque se agujereaban por bien que recortara las plantillas de goma.
De regreso nada de sentarse a descansar un poco.
–¡No te sientes en ningún lado ni toques nada que das asco! Antes de meterte a bañar agarrá la damajuana y andá a traerme kerosén.
Allá iba –hasta el copete de cansancio– a la estación de nafta (gasolinera) a comprar cinco litros de kerosén para la vieja cocina (estufa) Volcán.


Antiguas damajuanas

Al fin, ya limpio y bien peinado intentaba sentarme un momento cuando oía a mi madre:
–Andá a la panadería y traete unos bizcochos para tomar la leche de la merienda.
–¡Eehh che! ¿Y mi hermana?
–Tu hermana acaba de recoger y doblar la ropa que lavamos, así que ¡movete!
¿Cómo íbamos a tener obesidad o sobrepeso? Todo era esfuerzo físico, entrenamiento puro, caminar, moverse. Mi padre tenía auto pero éste se usaba solamente algún sábado o domingo para ir a pasear en familia o para ir pescar o cazar cerca de Minas. Se nos gastaban las zapatillas, los pantalones a la altura de las rodillas, las camisas con los botones arrancados, los buzos (suéteres) con los codos agujereados, pero les aseguro que no se nos gastaban las asentaderas.
Los niños de hoy viven sentados. Van sentados en el coche a la escuela donde al llegar se sientan. Sentados regresan para sentarse a comer. Sentados hacen la tarea y al terminar se sientan a ver la televisión. Sentados cambian de canal porque existen los controles y no se paran a darle vueltas a aquella matraca que tenían los primeros televisores. Siguen sentados ahora con los videojuegos o en la computadora para finalmente sentarse a cenar y acostarse a dormir. La única parte del cuerpo que trabaja son los pulgares para accionar los infinitos aparatos electrónicos como celulares, controles de TV y estéreos, tabletts, i pad y tantas invenciones más.
Ay, niños de hoy. Sólo me resta decirles ¡Pobres de sus asentaderas!