viernes, 14 de octubre de 2011

ENCUENTRO CON MÉXICO Cap. 7

¡FELIZ DÍA DE MUERTOS!
Hace 35 años, recién llegado de Uruguay, notaba que al aproximarse el mes de noviembre, la Ciudad de México (primer lugar de encuentro con el país) se transformaba para celebrar el Día de Muertos. Perdón, ¿cómo dijo? ¿”Celebrar” el Día de Muertos? Sí, sí, me refiero a la fiesta de muertos. Aaahh… Pero en su país ¿no celebran el Día de Muertos? Bueno… celebrar… celebrar… no... más bien se recuerda a los muertos, se les lleva flores al cementerio; en realidad es un día de cierto recogimiento. Aahh…, no, aquí en México es una fiesta, se hace la ofrenda en la casa y en muchos lugares, en el propio panteón. Se hacen comidas y dulces especiales, se come pan de muertos y muchos le llevan música al muertito…
Grabado de José Guadalupe Posadas
"Para el habitante de  New York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la  frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía: ´si me han de matar mañana, que me maten de una vez´.” (Octavio Paz, El laberinto de la soledad)
Por lo pronto las panaderías todas pintan en sus vidrieras calaveras y huesos anunciando el pan de muertos que en su elaboración recrean con la propia masa huesitos que se terminan espolvoreando con azúcar. 
Pan de muertos


Las florerías se pintan de amarillo ante tantas flores de cempasúchil o flor de muertos que solamente se usa en estos días. Muchas plazas y parques públicos exhiben jardines con estas flores. En las casas, escuelas y en muchos lugares de trabajo se montan las ofrendas de muertos que consisten en usar un espacio (ya sea en el suelo o sobre una mesa) para celebrar el regreso según la tradición del alma de los difuntos que vienen por una noche. En las casas la gente adorna una mesa con papel picado (en realidad papel recortado con figuras alusivas a la muerte), algún objeto del o de los difuntos familiares, fotografías, comidas en platos de barro y bebidas preferidas por ellos, si fumaba… unos cigarritos de su marca predilecta. Pero, ¿para qué todo eso si ya no están? Ah, no; no están pero vienen las almas de los muertitos y toman el aromita de las cosas, ¿entiende? Aahh… Hay que poner velas encendidas para guiar a las almas, muchas flores de cempasúchil, agua para saciar su sed, copal e incienso para purificar el ambiente, calaveritas de azúcar con el nombre del muertito, dulce de calabaza (zapallo) y tejocotes (especies de pequeños membrillos), jugosos trozos de cañas de azúcar, pan de muerto y muchos pétalos de cempasúchil de la ofrenda hasta la entrada de la casa para que las almas encuentren el lugar de la ofrenda.


Ofrenda de mi familia.
“Nuestra indiferencia ante la muerte es la otra cara de nuestra indiferencia ante la vida. Matamos porque la vida, la nuestra y la ajena, carece de valor. Y es natural que así ocurra: vida y muerte son inseparables y cada vez que la primera pierde significación, la segunda se vuelve intrascendente. La muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos. Ante ambas el mexicano se cierra, las ignora.” (…)
(…) “Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona, pero toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos de hombros: ¿qué me importa la muerte, si no me importa la vida?” (ibidem)
En muchos panteones del Estado de México y Michoacán, se sigue con la tradición de ir a velar a los muertos desde la noche del 1° de noviembre hasta el amanecer del día 2. Montones de flores adornan las tumbas, se recorta la hierba, se arreglan las cruces, se les da una pintadita, y una vez que todo está limpio y despejado se ponen velas encendidas, se coloca la ofrenda que se tenía en la casa y vienen los músicos a tocarle al muertito su música preferida. Puede ser un mariachi, un trío y si no se cuentan con recursos para pagar los músicos se lleva una radiograbadora con pilas y listo.
La noche del 1 al 2 de noviembre en un panteón de Toluca.
El panteón se ilumina mágicamente con tanto cirio y velas encendidas, el frío de noviembre arrecia en las sierras altas pero la gente, abrigada con cobijas y rebozos, se sienta al lado de su muerto a acompañarle en esta noche tan especial. Aparece la comida, el café y también por qué no algún alipús (trago con alcohol) para soportar el frío y brindar por el recuerdo del muertito que está tan cerca.   

LA FERIA DEL ALFEÑIQUE EN TOLUCA
Como parte de la celebración de Días de Muertos, todos los meses de octubre en la ciudad de Toluca, capital del Estado de México, se lleva a cabo la Feria del Alfeñique en Los Portales del centro. Ya son 22 años que sin falta los artesanos dulceros del estado demuestran su habilidad y buen gusto en la elaboración de dulces de muchos tipos que todos tienen relación con la muerte.
Hace muchos años atrás la tradición del dulce pertenecía a nuestros vecinos del estado de Michoacán que eran famosos por las morelianas (especie de oblea de leche azucarada y quemada que llevan el nombre de la capital: Morelia) y en general por las frutas cristalizadas (abrillantadas), sin embargo el centro de gravedad de esta azucarada artesanía se ha trasladado a Toluca y La Feria del Alfeñique (creada en 1989) fue uno de los factores fundamentales que consolidaron este cambio.
Alfeñique es una palabra de origen árabe para designar una pasta de azúcar cocida y estirada en barras muy delgadas y retorcidas. De estas barras muy delgadas viene el otro uso de la palabra alfeñique para designar a un individuo muy flaquito y débil que aquel musculoso Charles Atlas ayudaba a transformar en un hombre de respeto…
Figuras de alfeñique.
“La tradicional Feria del Alfeñique se distingue por la venta y exposición del dulce de alfeñique y de la región principalmente, pero también cuenta con un parte cultural en donde se llevan a cabo exposiciones, conferencias, danza, música, teatro, muestra gastronómica, certámenes, conciertos, presentaciones de libros, talleres y proyecciones de video, concursos, y montajes de ofrendas tradicionales de la región del Valle de Toluca, algunas en formato monumental, lo que la convierte en un feria muy importante en la región. Todo esto goza de un ambiente muy familiar que permite el conocimiento de nosotros mismos y de nuestras milenarias tradiciones.” Así reza la información oficial del Ayuntamiento de Toluca, organizador de esta sabrosa y colorida feria.

MARIPOSAS MONARCAS
Por si esto fuera poco, muy cerca de Toluca, a unos 60 kilómetros al suroeste, de manera mágica e increíblemente puntual llegan los primeros días de noviembre las mariposas Monarcas en su vuelo desde Canadá. Escapando del terrible frío allende los Grandes Lagos, estos maravillosos insectos vuelan miles de kilómetros hasta llegar a una zona de pinos de la variedad oyamel donde se producen los apareamientos para volver con la primavera a reproducirse en Canadá. Los indígenas Mazahuas, una de las etnias predominantes del valle de Toluca, desde siempre han asociado la llegada de estos insectos con la llegada de las almas de los fieles difuntos.
Mariposas monarca apiñadas en un oyamel.
No hay duda: el 2 de noviembre en México es una verdadera fiesta que se espera y se disfruta. ¡Feliz Día de Muertos!


Un "pachuco" y la "catrina" en pleno festejo del Día de Muertos.

domingo, 2 de octubre de 2011

ENCUENTRO CON MÉXICO Capítulo 6

LAS COSTAS DE MICHOACÁN Y GUERRERO
Siempre he creído que fui verdaderamente afortunado al conocer estos dos estados vecinos que tienen costas sobre el Pacífico mexicano. Y la única forma de conocer un lugar es vivir en él. No alcanza con pasar unas vacaciones o ser un atento escucha de lo que la gente cuenta o haber leído profusamente la historia y geografía de determinado lugar. El haber vivido varios años en la confluencia de esos estados permite que la piel se impregne de los sabores y olores del lugar, que los ojos se asombren y llenen de colores y formas. También los años vividos allí nos llenaron los oídos de la música regional de sus habitantes y del canto de las aves de la zona.
La vida diaria me hizo compartir la suerte de los lugareños, verdaderamente conocerlos, entender lo que significan las limitaciones de todo tipo que al principio de los años 80´s se vivían en la ciudad y puerto de Lázaro Cárdenas, estado de Michoacán. No voy a escribir sobre las bellezas naturales de sus playas y ciudades (en Guerrero se destacan Acapulco y Zihuatanejo; en Michoacán hacen lo propio Morelia y Pátzcuaro) que pueden consultarse en cualquier página web con intereses turísticos; tampoco de la zona urbana ni de los habitantes que llegaron a trabajar a este lugar; voy a escribir sobre la gente y su entorno rural tan distintos a mi país de origen: Uruguay.
Empezaré por decir que la Ciudad y Puerto de Lázaro Cárdenas se localiza exactamente en la desembocadura del Río Balsas que divide al estado de Guerrero al sur, con el estado de Michoacán al norte a unos 17° grados de latitud norte en plena zona tropical. Esta ubicación corresponde aproximadamente a Hawái en el hemisferio norte o Santa Cruz de la Sierra en Bolivia o Minas Gerais en Brasil en el hemisferio sur. Es una ciudad creada de golpe y porrazo a finales de los 60´s alrededor de la construcción de una enorme siderúrgica (“Las truchas”) donde había un pequeño caserío de pescadores llamado Melchor Ocampo.
Hubo que desmontar una selva baja para hacer lugar a un puerto de altura, a la siderúrgica, a las calles, casas, escuelas y hospital. Esa lucha contra la selva nunca termina porque al menor abandono de la limpieza de cualquier terreno inmediatamente la vegetación crece e intenta recuperar el espacio perdido. El aire del Pacífico proporciona una permanente humedad a los 35 grados que casi todos los días reinan en el lugar. Es muy poca la diferencia de temperatura entre el invierno y el verano como entre la noche y el día. Diríamos que en las noches “frías” de invierno la temperatura baja a 28 grados…
La lluvia hace su aparición en verano (julio) y diaria y puntualmente llueve por tres meses. Es una lluvia corta de no más de 30 minutos pero de una abundancia que asusta. No hay forma de protegerse si no es bajo un techo sólido porque el cielo se cae. Después de septiembre sólo llueve si hay algún ciclón en el mar (depresión o tormenta tropical o huracán) que desaparecen en noviembre. ¿Y el resto del año? Jamás llueve, pero la humedad del mar se siente todo el año.
LA FLORA
La vegetación en los meses de lluvia crece imparable. A tal punto que un agujero del mosquitero de una ventana cercana al suelo permite que se meta una guía de enredadera con más de 50 centímetros de crecimiento durante una sola noche… Es tal el desarrollo de las plantas y árboles en estos lugares de tierra roja que al año de haber plantado un almendrón (Terminalia catappa) ya se puede sentar a su sombra.
La costa de esos estados está sembrada de palmas que brindan una abundante cosecha de cocos, limoneros tropicales, mangos, papaya y plátanos (bananeros). Salvo el mango que se cosecha una sola vez al año, al fin de la primavera, las demás plantas están en permanente cosecha.
Las huertas de cocos son interesantísimas de conocer porque la palma tiene una variedad de usos enorme. El coco lo utilizan para saciar la sed con su agua, para extraer su pulpa blanca y sabrosa que se puede comer fresca con un poco de chile piquín, limón y sal. Ya seca la pulpa se raya y es usada en repostería. Pero el mayor uso de la copra (pulpa seca al sol) es para extraerle aceites esenciales para la industria cosmética que con ellos se elaboran la base de casi todas los aceites y cremas que usamos. Pero no para ahí el uso del coco que una vez extraída su gigantesca semilla dura, protegida por una cáscara muy resistente (dentro está la pulpa blanca y el agua) queda una abundante fibra vegetal inicialmente verde que se seca y sirve para hacer tapetes y felpudos naturales, cepillos, escobas y finalmente leña para cocinar o para alimentar los hornos de ladrillos de los lugareños.
Las hojas de la palma es el principal elemento constructivo de los techos de las viviendas en esas zonas porque proporcionan una sombra muy fresca y no dejan pasar la lluvia. Por si fuera poco el tronco de la palma ya improductiva resulta una madera cada vez más usada en la costa del Pacífico mexicano.
Donde no hay huertas el monte de la selva baja es impenetrable, espinoso, llenos de incestos y de un verde intensísimo en verano.
LA FAUNA
La fauna está en correspondencia directa con la exuberancia de la flora. Nada detiene a verdaderos ejércitos de hormigas y termitas que implacablemente retoman los espacios que los hombres creían haberles ganado. Si se deja caer un pequeño trozo de cualquier alimento en el piso de una casa perfectamente limpia, no pasan más de un par de minutos y esa pequeña porción de alimento cobra vida y comienza a caminar. Unas minúsculas hormigas rojas que permanentemente patrullan el piso no tardan en cargar con ella y llevársela fuera de la casa a su hormiguero.
Durante los meses del verano y con la presencia de la lluvia hacen su aparición los zancudos (mosquitos) a partir de las seis de la tarde y son un verdadero azote hasta las diez de la noche, momento en que desaparecen hasta el otro día. Es curioso ver a la gente sentada fuera de la casa para aprovechar el escaso fresco de la noche agitando trapos sobres las piernas para espantar esta plaga.
Asociados a los zancudos existen unas pequeñas lagartijas casi transparentes, las cuijas, que caminan por los techos dentro de las casas y que se encargan de mantener las habitaciones limpias de mosquitos y otros pequeños insectos. Aprendí a no echarlas y a soportar sus ruidos parecidos a pequeños besos que ha llevado a la gente a llamarlas besuconas.
Si la casa está cerca del monte seguramente recibirá visitas no muy agradables de víboras e iguanas que se metieron por cualquier puerta abierta las primeras y por las ventanas de ventilación del baño las segundas. Sacar a las iguanas del baño no es una tarea agradable porque resbalan en los azulejos y no pueden salir como entraron.
Muy atractivas son unas magníficas aves –entre muchas otras– que abundan en las costas de México: los pelícanos. En formación de cinco hasta veinte aves vuelan perfectamente alineadas casi tocando el mar con sus enormes alas y toman altura para dejarse caer en espectaculares zambullidas donde atrapan a pequeños peces como las anchovetas y sardinas. Una vez me regalaron un pelícano con un ala lastimada y se acostumbró perfectamente a vivir suelto en el jardín y a convivir con mis hijos que se encargaban de alimentarlo y cuidarlo.
Verdadera conmoción causó en Lázaro Cárdenas el hallazgo de un enorme caimán de más de tres metros en uno de los esteros (bañados, dirían en Uruguay) que se ubican cercanos al mar. Lo atraparon vivo y fue destinado a un pequeño zoológico local y luego al zoológico de Morelia, la capital del estado de Michoacán.  
LA GENTE
El omnipresente calor moldea a la gente del lugar. Ropas muy ligeras delatan los delgados y estilizados cuerpos de la mujer costeña. No usan pantalones ni short. Rigurosamente se ponen vestidos aunque vayan descalzas. Son muy elegantes al caminar modeladas por la necesidad de acarrear agua y ropa lavada. No les alcanzan las manos siempre ocupadas tomando de la mano chiquillos morenitos curtidos por el sol y alguna cubeta (balde) llena de agua, entonces recurren a ponerse un trapo arrollado formando un círculo grueso en la cabeza y sobre él asientan otra cubeta llena de ropa lavada en el río. Así caminan, erectas, elegantes, manteniendo equilibradamente la pesada cubeta sobre su cabeza.
Hay mucha agua en la región por el propio río Balsas que está contenido en una enorme represa (“La Villita”) productora de energía eléctrica antes de llegar al mar. Sin embargo en los jacales campesinos (humildes viviendas de vara, barro y palma) no hay agua ni luz. Por si fuera poco, la geografía de la costa del Pacífico siempre es montañosa y alcanzar un río o el mar significa un gran esfuerzo de bajar estrechas veredas por la selva cargando niños y enceres.
Al llegar al río, las señoras se ponen a lavar la ropa y a echarles un ojo a los chamacos para que no se metan en problemas. Todos están descalzos. Lavan y tienden la ropa sobre los matorrales para que no pese tanto en la subida del regreso. Al terminar el lavado todos se bañan para volver frescos a la casa. Claro, esto es un decir, porque el esfuerzo de la subida los empapa nuevamente de sudor.
Chorreando agua, lentamente la señora se pone en marcha con una carga que parece imposible de llevar. Pero en el jacal tendrá un poco de agua… Con cadencia y equilibrio recorre senderitos de hormigas pintados de rojo por la tierra tropical que apenas se asoma en aquel mar verde de la selva baja.
¿Y el señor? Descansando en una hamaca bajo la fresca sombra de una palapa (cuatro palos que sostienen un techo de palma). Pero uno no debe confundirse. El hombre se levanta muy temprano (4 o 5 de la mañana) y trabaja en la pequeñísima huerta propia de papaya, un poco de maíz y algunas hortalizas; o en la enorme huerta de palmas y limoneros como peón del dueño de la zona. Al mediodía descansa para evitar los esfuerzos a la hora de mayor calor. En la tarde corta leña para la cocina de barro con comal en el centro y a veces se va a pescar cuatetes (bagre de río) o a cazar iguanas para completar la comida. Debe además cuidar unas pocas gallinas o algún guajolote (pavo) para evitar que se los coman los zorros o los tlacuaches (especie de comadreja).
Las niñas, después de los seis o siete años, se hacen cargo y cargan con su hermanitos chicos. El hermano grande (seis años) se encarga de vigilar las gallinas y los guajolotes y de cargar leña con el padre. Con suerte van a una escuela que es una palapa con rústicos asientos debajo.
LA MÚSICA REGIONAL
Predominan en esta región un tipo de asociación musical que no pierde su vigencia: el dueto. Así, Bertín y Lalo, el Dueto Castillo, Dueto del Sur y Los dos de Guerrero son algunos de los más conocidos de Guerrero que –curiosamente– aunque sean tres no pierden la denominación tradicional de duetos. Del lado michoacano está el muy famoso Dueto Río Balsas, Los Michoacanos del Pinzán, Los Auténticos Michoacanos y muchos más.
Estos duetos interpretan fundamentalmente corridos con historias detalladas de lugares, mujeres y nunca falta alguna canción dedicada a personajes muy respetados en la zona, como los dos ya desaparecidos maestros normalistas y guerrilleros Genaro Vázquez y Lucio Cabañas.
La danza más conocida y popular en la costa de Guerrero (se extiende hasta la costa de Oaxaca) es toda una curiosidad. A mediados del siglo XIX con la fiebre del oro en California, muchos chilenos emigraban hacia el norte y en su travesía marítima desembarcaban por Oaxaca y Guerrero para reponer alimentos y agua dulce. En estas detenciones, hombres y mujeres del sur mostraban sus danzas, entre ellas las famosas cuecas que mucho gustaron a sus anfitriones mexicanos. Los de aquí aprendieron a bailarlas utilizando el pañuelo en la mano derecha (tal como se hace en Sudamérica incluyendo zambas, chacareras y pericones entre otras), las adaptaron a sus instrumentos (guitarra, bajo quinto, violín y a veces arpa), a sus voces y las llamaron chilenas.
Cerremos estos párrafos sobre la costa de Michoacán y Guerrero diciendo que nuestra experiencia por aquellos estados fue en los primeros años de la década de los 80´s. Por allí anduvimos en estas tierras hermanadas por una rica geografía, rica historia y ricas costumbres pero generadoras de inmensa pobreza humana. Lamentablemente, la gente bravía, siempre olvidada y trabajadora de la costa de estos estados, hoy vive –como muchas partes de México– un período de enorme violencia que mortifica, avergüenza y que no merece.