martes, 26 de octubre de 2010

Agustín Barrios en México





Fue en el año 1977 en Ciudad Sahagún, estado de Hidalgo (ubicado al norte de la ciudad de México) cuando con amigos y alumnos de guitarra fundamos el Centro Guitarrístico “Agustín Barrios”. Su presidente fue el Ing. Alberto Fonseca, a la sazón Gerente de producción de la empresa Diesel Nacional y alumno del curso de guitarra que impartíamos en el Centro de Desarrollo para la Comunidad. Con mucha emoción y expectativa recibimos, el día de la fundación del Centro Guitarrístico, al maestro yucateco Juan Helguera, quien nos ofreció una charla sobre el músico paraguayo. En el acto inaugural el Ing. Fonseca y quien esto escribe tocamos un par de piezas de Agustín Barrios.


Inauguración del Centro Guitarrístico Agustín Barrios. En la fotografía se aprecian sentados en primera fila al Maestro Juan Helguera y al Ing. Luis Alberto Fonseca cuando hacía uso de la palabra quien esto escribe.



Podrá pensarse que es curioso poner el nombre de Agustín Barrios a un centro guitarrístico en la República Mexicana, cuando parecería ser ajeno a ese lugar y cuando por esas fechas el gran compositor paraguayo era popular solamente en Sudamérica y todavía no había sido difundido por los grandes guitarristas. Sin embargo Agustín Barrios vivió en México, precisamente en la ciudad de Pachuca, capital del estado de Hidalgo, y escribió la famosa obra “La hilandera” en un pequeño pueblo que frecuentaba: Tepeapulco. Hoy esta pequeña población con una rica y muy larga historia, está conurbada a Ciudad Sahagún, hecho que explica la natural vinculación de Barrios con esa zona.

Cuando apareció el Ing. Fonseca en Centro de Desarrollo a tomar clases de guitarra, me contó que había tomado clases previamente con Don Baltasar González, un hidalguense que había conocido nada menos que a Agustín Barrios. Imaginarán la emoción que tuve al oír hablar del compositor paraguayo tan famoso en Sudamérica con una referencia tan cercana. Inmediatamente le pregunté al ingeniero si era posible conocer a ese viejo maestro mexicano. A los pocos días aparece mi alumno con un señor de casi 80 años, de origen campesino, muy sencillo y agradable: Don Baltasar González, persona que nos encantó a todos con sus historias y anécdotas sobre la guitarra.

                    Programa del concierto del guitarrista Ariel Hinojosa en homenaje a Don Baltasar González Campero

 

Así nos contó de su vinculación con Barrios y el motivo del arribo del paraguayo a México. Con todo detalle, Don Baltasar nos refirió que cuando se inauguró el primer vuelo comercial entre Argentina y México, estas naciones intercambiaron delegaciones artísticas para celebrar este hecho histórico. Así, un conjunto de baile regional mexicano y un mariachi fueron a Buenos Aires; y a la Ciudad de México llegó un conjunto de danza argentina y el compositor y guitarrista Agustín Barrios Mangoré. No resulta extraño que el paraguayo viniera como un aporte de Argentina al evento que celebraban los dos países, en virtud de que Barrios vivía en ese momento en ese país y había compuesto una buena cantidad de música inspirada en el folklor y música popular argentina.

No tardó el pulque (bebida fermentada de origen indígena muy popular en México por aquellos años cuarentas) en atraer a Barrios a los llanos de Apan (zona cercana a Tepeapulco y productora de pulque de gran calidad en México) lo que explicaría por qué “La Hilandera” la escribió aquí.

Según el maestro hidalguense no le fue bien a Barrios, quien pasaba penurias económicas al no tener conciertos para ganarse la vida. Por ello, nos contó Don Baltasar, cuando le ofrecieron tocar la guitarra en un circo, donde lo presentarían como “un fenómeno de la guitarra traído directamente de las selvas del Paraguay”, Barrios acepta y se disfraza con plumas y taparrabo de indio paraguayo para justificar “ese fenómeno de las selvas del Paraguay”. Esto explica esas fotos lastimosas que han recorrido el mundo cuando se trataba de uno de los mayores compositores del mundo para guitarra y –sin duda– del mayor guitarrista del siglo veinte (basta escuchar sus grabaciones de 1913 a 1942) que había llegado a tocar y asombrar con su ejecución y sus obras a todo un continente y hasta la propia ciudad de Londres. Preferimos divulgar las fotos que recuerdan a Barrios con mayor dignidad; no porque sea indigno su espíritu indígena guaraní, siempre a flor de piel en los paraguayos, sino porque era más que suficiente su arte para distinguirlo y permitirle vivir con decoro. Sin embargo la personalidad de Barrios tenía altibajos y le asaltaban momentos de gran depresión donde abandonaba la guitarra, así como momentos de euforia que lo llevaban a componer sin desmayos.

No tuvo mucha suerte Barrios. Jamás Andrés Segovia interpretó una pieza suya que hubiera sido el gran detonante para que su obra se difundiera. Quizá los celos profesionales de Segovia frente a un intérprete con mayor técnica guitarrística y enorme talento musical hayan ganado la partida de no hacer nada para darlo a conocer al gran público al que él tenía acceso.

La poca suerte que tuvo fue en sus últimos años de vida. El Salvador, tan lejos de su tierra, lo rescató de un triste final empujado por su irrefrenable bohemia. En ese pequeño país centroamericano encontró un lugar donde apreciaron y reconocieron su talento musical. El general Maximiliano Hernández Martínez, Presidente de la República de El Salvador le ofreció una estadía permanente en 1939 y le pidió aceptara el nombramiento como profesor de guitarra del Conservatorio Nacional de Música.

El 7 de agosto de 1944 sufrió un segundo infarto (el primero fue en México) que le ocasionó la muerte a los 59 años. El sacerdote que lo acompañó en su agonía comentó que Barrios dijo: "No temo al pasado, pero no sé si podré superar el misterio de la noche".

Cerremos estas líneas con un poema del propio Agustín Barrios que lo pinta en cuerpo y alma:


EL BOHEMIO

!Cuán raudo es mi girar! Yo soy veleta
que moviéndose a impulsos del destino
va danzando en loco torbellino
hacia los cuatro vientos del planeta.

Llevo en mí el plasma de una vida inquieta
y en mi vagar incierto, peregrino,
el Arte va alumbrando mi camino
cual si fuera un fantástico cometa.

Yo soy hermano en gloria y en dolores
de aquellos medievales trovadores
que sufrieron romántica locura.

Como ellos, también, cuando haya muerto,
!Dios solo sabe en qué lejano puerto
iré a encontrar mi tosca sepultura!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nadie hasta ahora se ha atrevido a desempolvar la verdadera razón que emergió en A. Segovia despreciar al Maestro Agustin Barrios, y no es otra que es la misma que imponía a sus alumnus: Les prohibía tocar sus obras.

Anónimo dijo...

Segovia fue solo un cultor de la guitarra académica; pero Barrios, fue cultor, compositor, transcriptor, y un verdadero científico que ideó las mas expresivas piezas musicales jamás soñadas...!