¡FELIZ DÍA DE MUERTOS!
Hace 35 años, recién llegado de Uruguay, notaba que al aproximarse el mes de noviembre, la Ciudad de México (primer lugar de encuentro con el país) se transformaba para celebrar el Día de Muertos. Perdón, ¿cómo dijo? ¿”Celebrar” el Día de Muertos? Sí, sí, me refiero a la fiesta de muertos. Aaahh… Pero en su país ¿no celebran el Día de Muertos? Bueno… celebrar… celebrar… no... más bien se recuerda a los muertos, se les lleva flores al cementerio; en realidad es un día de cierto recogimiento. Aahh…, no, aquí en México es una fiesta, se hace la ofrenda en la casa y en muchos lugares, en el propio panteón. Se hacen comidas y dulces especiales, se come pan de muertos y muchos le llevan música al muertito…
Grabado de José Guadalupe Posadas |
"Para el habitante de New York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía: ´si me han de matar mañana, que me maten de una vez´.” (Octavio Paz, El laberinto de la soledad)
Por lo pronto las panaderías —todas— pintan en sus vidrieras calaveras y huesos anunciando el pan de muertos que en su elaboración recrean con la propia masa huesitos que se terminan espolvoreando con azúcar.
Las florerías se pintan de amarillo ante tantas flores de cempasúchil o flor de muertos que solamente se usa en estos días. Muchas plazas y parques públicos exhiben jardines con estas flores. En las casas, escuelas y en muchos lugares de trabajo se montan las ofrendas de muertos que consisten en usar un espacio (ya sea en el suelo o sobre una mesa) para celebrar el regreso —según la tradición— del alma de los difuntos que vienen por una noche. En las casas la gente adorna una mesa con papel picado (en realidad papel recortado con figuras alusivas a la muerte), algún objeto del o de los difuntos familiares, fotografías, comidas en platos de barro y bebidas preferidas por ellos, si fumaba… unos cigarritos de su marca predilecta. Pero, ¿para qué todo eso si ya no están? Ah, no; no están pero vienen las almas de los muertitos y toman el aromita de las cosas, ¿entiende? Aahh… Hay que poner velas encendidas para guiar a las almas, muchas flores de cempasúchil, agua para saciar su sed, copal e incienso para purificar el ambiente, calaveritas de azúcar con el nombre del muertito, dulce de calabaza (zapallo) y tejocotes (especies de pequeños membrillos), jugosos trozos de cañas de azúcar, pan de muerto y muchos pétalos de cempasúchil de la ofrenda hasta la entrada de la casa para que las almas encuentren el lugar de la ofrenda.
Pan de muertos
Ofrenda de mi familia.
“Nuestra indiferencia ante la muerte es la otra cara de nuestra indiferencia ante la vida. Matamos porque la vida, la nuestra y la ajena, carece de valor. Y es natural que así ocurra: vida y muerte son inseparables y cada vez que la primera pierde significación, la segunda se vuelve intrascendente. La muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos. Ante ambas el mexicano se cierra, las ignora.” (…)
(…) “Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona, pero toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos de hombros: ¿qué me importa la muerte, si no me importa la vida?” (ibidem)
En muchos panteones del Estado de México y Michoacán, se sigue con la tradición de ir a velar a los muertos desde la noche del 1° de noviembre hasta el amanecer del día 2. Montones de flores adornan las tumbas, se recorta la hierba, se arreglan las cruces, se les da una pintadita, y una vez que todo está limpio y despejado se ponen velas encendidas, se coloca la ofrenda que se tenía en la casa y vienen los músicos a tocarle al muertito su música preferida. Puede ser un mariachi, un trío y si no se cuentan con recursos para pagar los músicos se lleva una radiograbadora con pilas y listo.
La noche del 1 al 2 de noviembre en un panteón de Toluca.
El panteón se ilumina mágicamente con tanto cirio y velas encendidas, el frío de noviembre arrecia en las sierras altas pero la gente, abrigada con cobijas y rebozos, se sienta al lado de su muerto a acompañarle en esta noche tan especial. Aparece la comida, el café y también —por qué no— algún alipús (trago con alcohol) para soportar el frío y brindar por el recuerdo del muertito que está tan cerca.
LA FERIA DEL ALFEÑIQUE EN TOLUCA
Como parte de la celebración de Días de Muertos, todos los meses de octubre en la ciudad de Toluca, capital del Estado de México, se lleva a cabo la Feria del Alfeñique en Los Portales del centro. Ya son 22 años que sin falta los artesanos dulceros del estado demuestran su habilidad y buen gusto en la elaboración de dulces de muchos tipos que todos tienen relación con la muerte.
Hace muchos años atrás la tradición del dulce pertenecía a nuestros vecinos del estado de Michoacán que eran famosos por las morelianas (especie de oblea de leche azucarada y quemada que llevan el nombre de la capital: Morelia) y en general por las frutas cristalizadas (abrillantadas), sin embargo el centro de gravedad de esta azucarada artesanía se ha trasladado a Toluca y La Feria del Alfeñique (creada en 1989) fue uno de los factores fundamentales que consolidaron este cambio.
Alfeñique es una palabra de origen árabe para designar una pasta de azúcar cocida y estirada en barras muy delgadas y retorcidas. De estas barras muy delgadas viene el otro uso de la palabra alfeñique para designar a un individuo muy flaquito y débil que aquel musculoso Charles Atlas ayudaba a transformar en un hombre de respeto…
“La tradicional Feria del Alfeñique se distingue por la venta y exposición del dulce de alfeñique y de la región principalmente, pero también cuenta con un parte cultural en donde se llevan a cabo exposiciones, conferencias, danza, música, teatro, muestra gastronómica, certámenes, conciertos, presentaciones de libros, talleres y proyecciones de video, concursos, y montajes de ofrendas tradicionales de la región del Valle de Toluca, algunas en formato monumental, lo que la convierte en un feria muy importante en la región. Todo esto goza de un ambiente muy familiar que permite el conocimiento de nosotros mismos y de nuestras milenarias tradiciones.” Así reza la información oficial del Ayuntamiento de Toluca, organizador de esta sabrosa y colorida feria.
MARIPOSAS MONARCAS
Por si esto fuera poco, muy cerca de Toluca, a unos 60 kilómetros al suroeste, de manera mágica e increíblemente puntual llegan los primeros días de noviembre las mariposas Monarcas en su vuelo desde Canadá. Escapando del terrible frío allende los Grandes Lagos, estos maravillosos insectos vuelan miles de kilómetros hasta llegar a una zona de pinos de la variedad oyamel donde se producen los apareamientos para volver con la primavera a reproducirse en Canadá. Los indígenas Mazahuas, una de las etnias predominantes del valle de Toluca, desde siempre han asociado la llegada de estos insectos con la llegada de las almas de los fieles difuntos.
Mariposas monarca apiñadas en un oyamel.
No hay duda: el 2 de noviembre en México es una verdadera fiesta que se espera y se disfruta. ¡Feliz Día de Muertos!
Un "pachuco" y la "catrina" en pleno festejo del Día de Muertos.
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