Cecilia tocando el laúd acompañada por un ángel.
Historia verdadera con un poquito de humor.
Los
músicos festejamos el 22 de noviembre el Día de la Música ya que la Iglesia
Católica y la Ortodoxa celebran a Santa Cecilia que ha quedado en el calendario cristiano como Patrona de la Música.
Cecilia
fue una joven romana de confusísima historia que en realidad nada tuvo que ver
con la música y que vivió –aparentemente– entre los años 180 y 230 después de
Cristo. Cuanto más se intenta investigar sobre la vida de esta joven más
confusa se hace su historia al extremo de que se puede dudar de su existencia.
Por una parte se habla de una tal Cecilia martirizada y muerta en la isla de
Sicilia, muy al sur para ser tomada en cuenta; también se habla de una Cecilia
africana pero como se corre el riesgo de que haya sido negra y eso a la iglesia
no le gusta… mejor abandonemos estas pistas y vayamos a otras más al norte.
Dos
versiones contradictorias y sin mayor documentación concurren para hablarnos de
esta romana que vivió –siempre aparentemente– en los tiempos del emperador
Marco Aurelio. Una versión sencilla y de bajo perfil nos cuenta que Cecilia,
muchacha de un barrio romano, se había enamorado de un joven de nombre
Valeriano y estaba lista para casarse con él. Pero hete aquí que Valeriano
tenía un hermano de nombre Tiburcio, enamorado también de Cecilia y que no
estaba dispuesto a consentir el matrimonio de la joven, por lo que en un ataque
severo de celos mata a la muchacha romana para evitar su casamiento. No es difícil
imaginar que luego de cometido el crimen Valeriano se enfrentara a su propio
hermano y terminaran ambos muertos cerrándose así una más de tantas tragedias
amorosas muy de los italianos... perdón… romanos.
Cecilia ahora con una viola da gamba.
Hay
otra versión, ésta mucho más noble y donde se asoma la mano de la Iglesia
Católica que rápidamente retoca algunos detalles y compone una fea situación
mundana en una historia de buena progenie de la cual nadie se puede avergonzar.
Claro, esta nueva y digna historia no se hace de la noche a la mañana. No, no,
no. La Iglesia necesitó más de 300 años para pulir el guión y así en el año 480
–aproximadamente– saca a luz un texto titulado “Actas de santa Cecilia” donde se aclara cualquier tipo de dudas y
aparece con todo su brillo la nobleza de la joven romana que los músicos
reclamábamos. Para mejor disfrute de este santo guión copio y pego de Wikipedia
un par de párrafos de las referidas actas que no tienen desperdicio:
Según este texto,
Cecilia había sido una virgen de una familia senatorial romana de los Metelos, que se había convertido al
cristianismo desde su infancia. Sus padres la dieron en matrimonio a un noble
joven pagano, Valerius («Valeriano»). Cuando, tras la
celebración del matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial,
Cecilia dijo a Valeriano que ella había entregado su virginidad a Dios y que
un ángel celosamente guardaba su cuerpo; por
consiguiente, Valeriano debía tener el cuidado de no violar su virginidad.
Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto a la
tercera piedra miliaria de la vía Apia, donde debía encontrarse con el papa Urbano I. El diálogo, según
la tradición, transcurrió así:
Cecilia: Tengo que comunicarte un secreto. Has
de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu
esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio, si
me respetas, el ángel te amará como me ama a mí.
Valeriano: Muéstramelo. Si es realmente un ángel
de Dios, haré lo que me pides.
Cecilia: Si crees en el Dios vivo y verdadero
y recibes el agua del bautismo, verás al ángel.
Valeriano obedeció y
fue al encuentro de Urbano, el papa lo bautizó y Valeriano regresó como
cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó
como esposos con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se
acercó a ellos, también fue convertido al cristianismo y a partir de entonces
vivió con ellos en la misma casa, en completa pureza.
Ay,
amigos lectores, les juro que hago un esfuerzo para no comentar nada de este
trío tan virtuoso.
Pero sigamos porque la historia de la Iglesia católica no termina aquí sino que continúa con la persecución, martirio y muerte de estos tres tristes muchachos a cargo del prefecto Turcio Almaquio. Nuevamente retomo a Wikipedia que a su vez retoma otra parte de las “Actas de santa Cecilia”, para no perdernos detalles porque se viene un climax de violencia y crueldad que ninguna película de terror de hoy lograría igualar:
El prefecto Turcio Almaquio condenó a
ambos hermanos a la muerte. El funcionario del prefecto, Máximo, fue designado
para ejecutar la sentencia. Pero se convirtió al cristianismo y sufrió el
martirio con los dos hermanos. Cecilia enterró sus restos en una tumba
cristiana. Luego la propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del
prefecto. Fue condenada a morir ahogada en el baño de su propia casa. Como
sobrevivió, la pusieron en un recipiente con agua hirviendo, pero también
permaneció ilesa en el ardiente cuarto. Por eso el prefecto decidió que la
decapitaran allí mismo. El ejecutor dejó caer su espada tres veces pero no pudo
separar la cabeza del tronco. Huyó, dejando a la virgen bañada en su propia
sangre. Cecilia vivió tres días más, dio limosnas a los pobres y dispuso que
después de su muerte su casa debía dedicarse como templo. El papa Urbano I la enterró en la catacumba del papa Calixto I (155-222), donde se sepultaban
los obispos y los confesores.
La Enciclopedia
Católica señala que el relato en sí no tiene valor histórico; es un romance
pío, como tantos otros recopilados en los siglos V y VI. En cambio, la existencia de los tres mártires
mencionados es un hecho histórico.
Bueno,
amigos músicos, quedémonos tranquilos porque la Enciclopedia Católica nos
asegura que la existencia de los tres mártires es un hecho histórico y
consolémonos que Cecilia no era de esas muchachas que perdían la cabeza así
nomás y que a pesar de la terrible situación tuvo el tino de dar limosna a los
pobres…
Ejecución de Cecilia.
¿Y la música dónde queda?
¿Y la música dónde queda?
Ah,
bueno… la música se deriva de un perdonable error de traducción de esas famosas
“Actas de santa Cecilia” donde en un
momento se habla de que Cecilia, en pleno sufrimiento de su martirio, le
cantaba a Dios con un “instrumento”. Un traductor piadoso y quizá músico creyó
ver en el texto original en latín a un órgano, ese bello instrumento musical de
teclado, cuando en realidad se trataba de un “instrumento de tortura” a la que
era sometida la joven romana.
Pero
bueno… los músicos no somos muy exigentes y nos acomodamos a lo que hay, que no
es tan malo, no vaya a ser que nos cambien de patrona y terminemos con otra que nos salga peor. Además, de estos hechos relatados en las “Actas de santa Cecilia” pasaron más de
mil años hasta que el papa Gregorio XIII, en el año 1594, la canonizó y le dio oficialmente el
nombramiento, por «haber demostrado una
atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su
espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo
de la música». A ver señores: ¿quién se atreve a cambiar estas palabras de
aquel preclaro santo padre? Nadie, ¿verdad? Así que hoy, 22 de noviembre, día
de Santa Cecilia, festejamos el Día de la Música y sanseacabó.