Pretender apuntar muy
brevemente las barbaridades que los hombres han cometido en este planeta a
través de guerras, atentados y acciones terroristas sería una tarea inacabable
y seguramente muy discutible por abarcar muchos períodos de la historia de la
humanidad y terminaríamos poniendo en seria duda una de las acepciones de la
palabra “humanista” (sensibilidad, compasión de las desgracias de
nuestros semejantes) que nos gusta usar para distinguirnos de los demás
seres vivos.
Es imposible no recordar
esta fecha del 11 de septiembre cuando dos hechos muy crueles y degradantes de
nuestra condición humana han ensangrentado nuestra memoria: el golpe de estado
en Chile en 1973 y los atentados con aviones comerciales en los Estados Unidos
de Norteamérica en 2001. Precisamente ayer veíamos en History Channel el
programa “102 minutos que cambiaron a América” y pese a las innumerables veces que todos hemos visto programas sobre
este tema de los atentados a las torres gemelas del Centro Mundial de Comercio,
no dejamos de conmovernos y compadecer a las numerosas víctimas inocentes de
esta ataque terrorista tan inesperado y feroz. Nada ni nadie podrá jamás
justificar tales atrocidades que han quedado filmadas por decenas y decenas de
cámaras profesionales y aficionadas.
Me
quedaron grabados algunos testimonios de neoyorquinos que luego del colapso de
las torres y de darse cuenta que no se trataba de accidentes, llamaban a vengarse
de los “árabes”, de “¡matarlos a todos!”, “¡hay que exterminarlos!”. Una joven
decía: “¡tenemos que irnos a la guerra ya!”. La indignación de los
norteamericanos se mezclaba con el miedo y la incredulidad de estar bajo un
ataque desconocido pero de una alta efectividad.
Ningún
testigo se preguntaba por qué habían ocurrido esos atentados, qué se habría
hecho por parte de los EEUU para que unas pocas personas de origen árabe
decidieran dar su vida y llevaran esos aviones a chocar contra las torres y el
Pentágono, los máximos símbolos del poder del país del norte.
Se
estima que murieron en las torres algo menos de 3,000 personas entre hombres
mujeres y niños inocentes en esos “102 minutos que cambiaron a América”. ¿Qué
gente podría encerrar tanto odio en su corazón para llevar a cabo acciones de
tan terribles proporciones? ¿Qué ofensa podrían haber recibido los terroristas
y sus pueblos por parte de EEUU para planear y ejecutar estos atentados como
una forma de venganza?
Si
echamos un ojo a la historia relativamente reciente donde EEUU ha participado
en acciones de guerra contra otros países, veríamos que se destacan los
bombardeos atómicos a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki cuando
Japón ya estaba prácticamente vencido. Allí murieron en los tres primeros días
más de 190,000 personas entre mujeres, niños y ancianos ya que en esos lugares
no había concentración de tropas militares.
En
otro teatro de operaciones, la península de Corea, los Estados Unidos asesinaron
2,500,000 civiles de Corea del Norte, sin contar las bajas de casi 1,500,000 de
militares norcoreanos.
Poco
tiempo después, en Vietnam, los bombardeos indiscriminados de napalm a la
población civil de este país asiático provocaron las muerte de entre 3,800,000 y 5,700,000 personas.
En
Chile, el ejército de Pinochet –con la ayuda y asesoría de pilotos y militares
norteamericanos– provocaron numerosísimas muertes que el propio embajador
estadounidense de entonces, Nathaniel David, evalúa de esta manera: “Las
estimaciones acerca del número de gente muerta durante o inmediatamente después
del golpe varían desde menos de 2.500 a más de 80.000. Una lista de 3.000 a
10.000 muertos cubre las estimaciones más fiables.” Amigo lector, les
juro que me asombra el manejo tan frívolo de estas cifras de muertos, pero dejo
a su criterio una estimación sensata de este crimen llevado adelante por el
terrorismo de los dos estados: Chile y EEUU.
Finalmente
aportemos las cifras de muertos civiles en Irak que según Wikipedia
(organización imposible de asociar con el mundo musulmán) fluctúan entre
150,000 y más de 1,000,000 de personas.
Dejemos
sin evaluar –por lo difícil de conseguir cifras creíbles– las muertes de
civiles en Afganistán, en la ex Yugoslavia, en el cuerno de África, en Panamá y
Granada donde los Estados Unidos metieron sus manos y armas. Tampoco cuento los
muertos de la guerra contra el narco en México donde los delincuentes utilizan
las armas que EEUU produce e introduce a nuestro país a través de operativos gubernamentales
como “Rápido y furioso” (se estima entre 50,000 y 150,000 muertos).
Es
curioso ver que History Channel o Discovery o Natgeo jamás manejan en sus
programas “históricos” estas cifras de muertes civiles causadas por los Estados
Unidos. Todo lo contrario, en sus programas se promueve el uso y los adelantos
técnicos de armas personales, aviones de guerra, tanques, buques militares y
demás artefactos de destrucción.
Me
pregunto: la televisión americana ¿alguna vez derramará alguna lágrima por los
millones de civiles muertos que su país ha provocado? Soy un poco pesimista y
creo que no pasarán de hablar de “daños colaterales” en aras de salvar las
democracias occidentales.