Mi padre, Cédar Viglietti Viscaints publicó en 1973 el libro ORIGEN E HISTORIA DE LA GUITARRA EN EL URUGUAY, cuyo título fue cambiado por una editorial argentina -sin autorización del autor- por ORIGEN E HISTORIA DE LA GUITARRA para así aumentar las ventas de la publicación. En ese libro, Viglietti introdujo en el Capítulo VI el tema "La guitarra en el Himno Nacional", que aquí transcribo textualmente para conocimiento de las nuevas generaciones de uruguayos en virtud de una amplia polémica sobre el verdadero autor de la música de la canción patria. Cédar Viglietti (h)
Himno y
Canciones Patrióticas –no había gran diferencia entre una cosa y otra– oíanse a
menudo desde los albores de la Independencia; varias veces lucían el título
Nacional Argentino; no obstante, un año antes, un Himno Nacional es cantado en tres oportunidades en el mes de julio,
en el teatro, por "las hermanas Piacentini, Fernando Quijano", etc.
En
1840, el 25 de mayo, se canta el Himno
Nacional, letra de Acuña de Figueroa y música de Un Oriental".[1]
Cinco años después, el 18 de julio de 1845, óyese el "Himno Nacional con
música de Un Joven Oriental e
instrumentado por el profesor Don José Debali" (textual) según reza el
programa[2]
publicado en El Constitucional para
una función en el teatro a beneficio de "los Hospitales a fin de socorrer
a nuestro beneméritos enfermos y heridos". Este Himno tuvo mayor
aceptación que todos los anteriores ya que se cantó después en octubre,
noviembre y diciembre del 45 y enero del 46, etc.
Finalmente,
en 1848, en decreto refrendado por su ministro Manuel Herrera y Obes, el
presidente Joaquín Suárez oficializa la música de Quijano: "Art. 1ro.
Declárase Nacional y exclusiva, la música que para el Himno Nacional ha
compuesto el ciudadano D. Fernando Quijano, y con la cual hace un año se canta aquél en las festividades
cívicas". (Subrayado mío). Días después el decreto es ampliado, pero nada
cambia en esencia. Dichos decretos fueron harto conocidos en el Montevideo de
entonces ya que se publicaron en dos periódicos del 27 y 28 de julio de ese 48.
Ya veremos por qué insisto con estos detalles.
Quijano nace en Montevideo, al 1805; hijo de actores y actor él mismo; en los programas de la Casa de Comedias aparece muchas veces, y durante varios años, no sólo como actor teatral, sino también bailando toda clase de danzas, y aun cantando Tonadillas, en la primer zarzuela que estrena con su madre en Montevideo, en un dúo de El Barbero, en Tancredo, el aria de Fígaro, hace el Fiorello varias veces, con su hermana el Rondó de La Cenicienta, etc., y varias veces también canta con la compañía Piazentini que tiene marcada predilección no sólo por Rossini sino también por Donizetti –los autores de tanta influencia en nuestro Himno. Asimismo, le oiremos tocar al piano una Cavatina, pidiendo en el programa "la indulgencia precisa para dispensar los errores que cometa en la ejecución de un instrumento que sólo toca por afición".
Peleando
por la patria, Quijano gana su primer galón de oficial a los veinte años en
1825, es Capitán en el 39, y Jefe de un Batallón en Cagancha.
Fue redactor
de periódicos aquí en –y en uno de ellos con José Mármol– y en la vecina
orilla. En Montevideo vivía en la hoy calle Washington, entre Pérez Castellano
y Maciel. Sobre la pieza que cuadra el patio existe (esto se escribía hace
treinta años) la habitación de altos que ocupaba José Mármol; allí se ensayó el
Himno Nacional tocado por Quijano en la
guitarra, estando presentes el citado argentino y nuestro poeta Figueroa.
"Quijano
es autor de varias composiciones musicales, una de ellas se adaptó a una oda en
el teatro Solís en 1869." (Fernández Saldaña, Diccionario)
Más concretas son las palabras de Lauro
Ayestarán (ya se verá por qué subrayamos ciertos detalles): "Como
compositor tenemos noticias concretas de cuatro obras suyas: un Himno a la Casa
de Comedias, en 1845, una Pastorela de Navidad, Una Lágrima, poesía y música de
Fernando Quijano puesta para piano por Debali, y un Tin Tin con otro
seudónimo".
Quijano
muere en Paysandú en 1871; merece por su principal legado sonoro un biógrafo
que haga justicia a tal diletante; pero diletante en el amplio sentido de la
palabra, pues se redime, genial, de tanta novelería, con unos acordes
arrancados a una guitarrilla cualquiera, y creando con su fervor un Himno para
los orientales. En el diario Acción
de Montevideo del 19 y 26 de octubre de 1964 y en varios números de la revista
musical Resonancias, creemos haber
demostrado que Quijano fue el autor de la música del Himno, y que la parte del
maestro Debali está contenida en la frase del programa del teatro del 18 de
julio de 1845: "…instrumentado por el profesor Don José Debali". Pudo
haber sido éste el autor de la introducción (no lo discutimos, pero tampoco lo
damos por sentado) así como de retoques o cambios en el contexto general, para
bien o para mal –que eso no lo podemos saber.
Con la
consideración debida a la obra de Ayestarán como recopilación histórica poco
menos que exhaustiva, expresamos no obstante nuestra profunda discrepancia con
su afirmación de que "…la música del Himno es obra exclusiva de
Debali".
Dicho
musicólogo hace muy especialmente caudal de que en la función de 1831 Quijano
pide en el programa indulgencia etc.…
pues sólo toca el piano por afición. Sin
descartar este pedido como ingenua y falsa modestia o como alarde de intuitivo
que pretende asombrar al público, no descartamos algunas posibles nociones
musicales aun sin saber tocar el piano formalmente. Además, el Himno aparece de
nueve a dieciséis años después de 1831[3]
tiempo suficiente para que su autor dejara de ser un analfabeto musical (como lo califica Ayestarán) porque si se lee el
detalle de los programas musicales de este período, resulta raro el día en que
Quijano no interviene en ellos. No actuó –obvio es decirlo– ante un Montevideo
muy exigente en materia artística; pero tampoco en un ambiente en que la música es un lujoso ocio de
desocupados mentales como escribe Ayestarán.[4]
Yo
disimularía esta frase poco feliz si no fuera evidente contra quién va
dirigida; y no se quiera ver chovonismo en mis palabras entonces, hace ciento
treinta años los autores más aceptados en Montevideo eran Rossini, Bellini y
Donizetti, como en Buenos Aires y tantas otras capitales no menos cultas. Más
aún: estadísticas de 1964 señalan a Verdi como el más oído en el mundo, 2455
veces, sigue Mozart con 1710 y Puccini 1310. (En 1971 Mozart es el de mayor
audiencia, y sigue Verdi.)
Entre
sus razones Ayestarán compara la melodía del coro con la del solo; obsérvese
que en esencia ambas son iguales; pruébese entonar lentamente el coro y se oirá
el solo comprobándose que ello puede lograrlo un músico apenas discreto –aunque
no escribirlo si así se quiere–, lo cual no altera el hecho.
Así
pues, "el compositor del cual se tienen noticias concretas de cuatro obras
suyas" y que demuestra predilección por cantar Rossini y Donizetti,
demuestra también que no es un "analfabeto musical" ni tampoco "un
desocupado mental".
No
obstante lo dicho, la pieza fundamental en que se basa Ayestarán es una carta
hallada por el profesor Hugo Balzo en la que José Debali protesta por la
prensa, en 1855 (recuérdese esta
fecha) ser el único autor de la música, y conminado a Quijano a desmentirlo,
agrega: "El verdadero compositor es el que esta líneas escribe. Dígalo si
no el mismo autor del Himno Nacional." (Acuña de Figueroa).
A esto
último decimos que en la Revista Nacional
No. 51, Favaro trascribe de nuestro primer poeta:
"Si para mí es honra
la letra del Himno,
de Quijano es la gloria
de haberle dado vida."
Debali
demora en protestar diez o más años (véase llamada anterior) y pretende
justificar tal demora expresando, textual: "Si hasta ahora no he reclamado la propiedad de ella (de la música) ha sido porque ignorando el idioma del país
no he podido enterarme oportunamente de las publicaciones que se ha hecho al
respecto".[5]
Como
parece que Quijano no contestó, Ayestarán, sin más, da razón a Debali; pero yo
digo, no puede ignorar Debali este idioma en 1855, si él, llegado a Montevideo
diecisiete años ha, publica en 1845, diez
años antes de su publicitada protesta, dos largos artículos en castellano
en sendos diarios de nuestra capital, El
Constitucional y El Nacional,
ambos del 20 de setiembre. En ellos Debali refiere que mientras él dirigía una
ópera, la inesperada falta de una hoja de su atril provoca traspié de orquesta
y cantantes por lo que un músico, Manuel Mochales, grita dese un palco: "¡Fuera
ese Director!" (Favaro publicó uno de esos artículos, de unas mil
palabras, en su estudio citado.)
En
dichos diarios Debali increpa violentamente al maestro rival que le gritó, y lo
desafía a una apuesta por tres mil patacones para demostrar quién sabe más
música de los dos: "presentaré mis diplomas de maestro y organista en
Veada, Final Marina (etc.) y de músico mayor ganado en oposición en los
Regimientos Savona, Casal y Dragones del Piamonte" (etc., etc.). Lo cierto
es que de esta enojosa discusión surge algo interesante, pues terceras personas
intervienen por la prensa, y aconsejan a ambos contendores que, en lugar de
seguir insultándose, muestren su capacidad componiendo cada uno de ellos un
Himno Nacional "para ser comparado
con el de Quijano, que ciertamente es muy hermoso", a fin de que se
elija y se oficialice el mejor de los tres.
No fue
aceptado tal consejo; pero interesa lo que se deduce de tal altercado
periodístico: Debali ya sabía castellano diez años atrás (o tenía quien le
traducía esa polémica) ¿por qué no protestó en este caso contra este Himno que
se le adjudicaba a Quijano en carta a él mismo dirigida? Himno que si no fue el
del decreto del 48 (aunque era del 47) habrá que creer entonces en la capacidad
musical de nuestro guitarrista, en fin, círculo vicioso del que no pueden salir
quienes le combaten.
Parece
que Quijano no contestó a la carta del 55; decimos parece porque las ediciones de los diarios de entonces no están
completas y porque pudo haber otro medio para dilucidar ese asunto; pero no
contestó tampoco Ayestarán los dos largos artículos sobre el tema[6]
que publiqué en la prensa, pese a nombrar a dicho musicólogo unas veinte veces.
No se dio por aludido, lo cual, desde luego, no me da derecho a creer que me
concediera la razón.
Además,
supongo que Quijano conocería la violencia del carácter de Debali, y con los
títulos de que hizo gala en la carta del 45 ¿podía animársele con una pobre y
humilde guitarra criolla? Vamos a no exagerar capacidades y deficiencias
respectivamente, que ya no estamos en la época durante la cual pudo Quijano
temer un enfrentamiento con Debali, en términos que éste llevaría al terreno de
la técnica musical, de las leyes y vocabulario –que siempre amedrentan a
creadores que pueden llamarse Mussorgsky cuando compuso su grandioso Boris Godunov–[7]o
simplemente autores de éxitos populares, de los cuales hay miles de ejemplos.[8]
Debali
era asimilado a Mayor, y maestro de bandas del ejército en la época de la
oficialización del Himno, lo cual lo obligaba a estar enterado del decreto, pues
en su artículo 2o. decía: "Pase al Ministerio de Guerra el ejemplar de la
composición presentada para que sea distribuida a las músicas del
Ejército." Luego, en la ampliación se lee: Art. 2do. "Todos los
directores de las Bandas de Música militar sacarán inmediatamente copia de
aquella composición y formarán la partitura instrumental que distribuirán en
sus respectivas bandas. SUAREZ, MANUEL HERRERA Y OBES." (Y repito, el art.
1o. dice que la música exclusiva es la de
Quijano.) Estos decretos se leían ante todo el Batallón formado, y aún se
colocaban en un cuadro a la vista de todos. Y muy indiferentes a las cosas de
la patria habrían de ser los oficiales que oían a diario en los cuarteles el
ensayo del nuevo Himno, para no comentar con Debali –como oficial que era–
sobre el origen de esa música...
Para
abreviar, termino diciendo que en 1885 un descendiente de Debali reclama –ante
el Gobierno– la autoría de la música del Himno para el maestro húngaro, siendo
desestimada dicha reclamación por resolución del presidente Tajes tras el curso
correspondiente de dicho expediente, que puede verse en el artículo de Favaro
citado, pero de lo cual no hace mención Ayestarán.
A raíz
de esta reclamación, dando razón a Quijano, surgen escritos de contemporáneos,
como el del periodista y poeta Francisco Xavier de Acha expresando que asistió
al nacimiento del Himno en la guitarra de Quijano; del doctor Stefano Wonner
que además cita a Manuel de la Sierra en el mismo sentido, de la revista Montevideo Musical que ya vimos dirigida
por los más conspicuos músicos de entonces, de nuestro cronista Isidoro de
María, el propio Acuña de Figueroa con la cuarteta que copiamos en páginas
anteriores, y posteriormente –1940– personalidad como la de Raúl Montero
Bustamante que en su libro sobre el Himno da la versión que compartimos:
"Quijano en 1840, con reminiscencias de la ópera Lucrecia Borgia de Donizetti, compuso en la guitarra la versión
musical (del Himno). Debali, un buen músico húngaro radicado en Montevideo
escribió e instrumentó la composición".
También
de este siglo –1922– citamos a Rómulo F. Rossi, autor de Recuerdos y Crónicas de Antaño, de quien dice Horacio Maldonado –luego
de criticar su estilo pobre, etc.– que lo valoriza la honestidad de sus
fuentes. Rossi entrevista a un ex–diputado y Director de Hospitales y Asilos,
Francisco Martínez que en ese año a los ochenta y cuatro tenía lucidez y buena
memoria y cuyo padre había nacido en Maldonado en 1811: "El Himno es el
actual, cuya composición musical se debe al Coronel Quijano. La musicalización
se hizo en casa de Acuña de Figueroa. Quijano tomaba mate allí todas las
mañanas… siempre con su guitarra de la que era apasionado y feliz ejecutante.
De esa casa solariega fue saliendo nota a nota el Himno Patrio, y que más tarde
escribiera Debali".
Pese a
mis búsquedas, sólo un libro hallé, fuera del de Ayestarán (y posteriormente de
otro de Hugo Balzo) que negara a Quijano: Génesis
y transcurso del Himno Nacional, 1945, de Julio Pons, prólogo de Eustaquio
Tomé. Sin comentarios –no se necesitan– leemos: "Se ha divulgado que
compuso la música, la actual, para guitarra el español (!) Fernando Quijano,
soldado de Cagancha, ciudadanizado tal vez por una de las disposiciones de la
Sección II del Cap. I de la Constitución de 1830. Quijano tocaba la guitarra de
oído –es lo que afirman los historiadores de la época. Pero no encontramos en
estos historiadores mención alguna con respecto a los instrumentos que
integraban las músicas del ejército, los que no podían ser guitarras, ni
solamente guitarras. (¿) Entre esos dos decretos existe una diferencia de verbos:
mientras el primero dice música compuesta,
en el segundo dice que le ha dedicado
Quijano. (!) Debali, radicado en Montevideo en 1836, trajo consigo el primer piano que se conoció en el país (!)
y en el que se compuso el Himno y el que, en poder de su hijo entonces en
Paysandú, fue destrozado al servir de trinchera en las barricadas de la Toma de
1865". (!)
Lo
dicho; tamañas tonterías se comentan solas.[9]
Resta
un comentario semejante sobre reciente opinión de Hugo Balzo, con pedantería
impropia del tema, y haciendo gala de ambigua frivolidad, en la introducción de
Enciclopedia Uruguaya No. 35, página
111, anuncia que va "a clarificar
dos temas en los que se manejan frecuentemente conceptos confusos cuando no
erróneos: el Himno Nacional y la música folklórica y el folklore negro
ciudadano... En el primer caso debido a la vieja polémica entre quijanistas y
debalistas… en el segundo caso a causa de la juventud de una disciplina que en
sus pocos años de vida seria –y pese a los esfuerzos de Lauro Ayestarán– no ha
podido todavía decantar suficientemente sus conceptos básicos". [sic]
Bueno,
menos mal que este señor va a clarificar
dichos temas; sólo que como es muy capaz le basta para ambos, Himno y Folklore,
con tres menguadas páginas; de ahí mi expresión "ambigua frivolidad" que podría interpretarse erróneamente...
(Confieso
que con dos libros –unas 300 páginas– aparte de innumerables artículos en la
prensa, y casi toda una vida dedicada al estudio y práctica de ese folklore,
juzgo no haber dado una visión clara y exhaustiva –que ni siquiera la tengo
para mi).[10]
De las tres páginas de Balzo, media es para
volver a transcribir la tan debatida carta de Debali del 55; otro tanto para la
trascripción de los decretos de Joaquín Suárez y las tres ediciones musicales
publicadas por Debali, y otra parte para referirse a la letra de Figueroa, así
como al exacerbado nacionalismo de los quijanistas y de los "historiadores que no poseen (como él,
como Hugo Balzo) sólidos conocimientos
musicales..." En el breve espacio que le queda elude la reclamación
ante Tajes, al igual que Ayestarán, y como éste tampoco rebate ninguno de los
puntos que nosotros sostuvimos en los citados artículos de Acción o de Resonancias,
los cuales nos consta los leyó en su oportunidad. Nada nuevo aporta; se limita
a lo dicho por aquel musicólogo, salvo algún detalle ajeno a la autoría de la
música del Himno.
¡Ah!
Olvidaba yo que descubre con femenil
asombro lo siguiente, textual: "pero lo más asombroso es que el motivo… es
una melodía de Lucrezia Borgia". (De más estaría decir que este descubrimiento data del pasado...)
Con lo
cual termina Balzo, como para que no lo molesten más "la controversia
queda definitivamente aclarada".
Alguien
dirá que este profesor Balzo sabe música (y más que yo), es pianista, de clases
y toma exámenes, ha vivido su vida en el Sodre, entre músicos y por tanto entre
compositores… ¿puede, entonces, equivocarse tan ingenuamente? Sinceramente, no
lo creemos.[11]
Dejando
el tema, recordemos que los himnos europeos se originaron en ambientes
musicales superiores y fueron reflexivamente elaborados, ajenos al sedimento
operístico italiano. En nuestra América, en cambio, se asimilan las fiorituras
vocales e instrumentales y "los característicos acompañamientos a la guitarra de los que no se libró el
nuestro", dice el peruano Raygada. "Alardes marciales de reacción,
gritos rebeldes, estallidos iracundos" canciones de protesta que se dirían
ahora "compuestos casi siempre por patriotas aficionados en vez de
músicos".[12]
No obstante, conviene aclarar que casi la mitad de los himnos de Latino América
son obras de europeos: italianos, españoles, alemanes. En otra parte, sobre el
Himno Oriental dice Raygada: "La edición más honorable es la de las
Naciones Unidas, en que el Himno Oriental figura con los nombres de los tres
autores, el del poema, el de la melodía y el del maestro orquestador" –criterio
que compartimos.[13]
[1] Seudónimo de Quijano, al igual que Un Joven Oriental, hecho que nadie discute.
[2] Puede verse este programa en la reproducción fotográfica inserta
en el Boletín Latino Americano de Música, Tomo IV, página 576, en honesto
artículo sobre nuestro Himno, de Edmundo J. Favaro.
[3] Decimos así porque en el 40 Quijano estrena la música de un Himno
que probablemente sería el mismo del 45 oficializado el 48; lo contrario
significa adjudicarle la autoría de tres himnos distintos…
[4] Recuérdese lo que trascribimos del musicólogo referente a Quijano:
“Como compositor tenemos noticias concretas de cuatro obras suyas…” ¿Dónde está
pues, el “lujoso ocio de los desocupados mentales”? Tampoco en el desprevenido
prólogo que J. E. Pivel Devoto le hace al citado libro de Ayestarán, pues allí se
elogia el florecimiento de todas las artes en el Montevideo de entonces, por lo
cual me asiste del derecho de pensar que este señor no leyó el voluminoso libro
que prologó…
[5] Ayestarán dice que Debali tenía numerosos hijos y que hablaba tres
idiomas, lo que nos sugiere que podría
entender el castellano…
[6] Dichos artículos se titulan La
Música de nuestro Himno nació en la guitarra criolla de Fernando Quijano, publicado
en el diario Acción de Montevideo,
los días 19 y 26 de octubre de 1964.
[7]Rimsky Korsakof intentó reajustes técnicos en dicha ópera lo cual
le valió agudas críticas, comprendiendo, desalentado, que la insuficiencia de
esa técnica tan temida por su compatriota no permitía corregir detalles, pues
sería borrar en esencia el valor que tienen los errores del genio.
[8] Desde el Matos Rodríguez de La
Cumparsita al Pintín Castellanos de La
Puñalada por nombrar dos autores bien conocidos, pues cuando compusieron
esas piezas no sabían más música que Quijano… y a ninguno de los armonizadores
se le ocurrió, basado en el conocimiento de ese oficio, reclamar la paternidad,
lo cual hubiera puesto en buenos apuros a los verdaderos autores… Otro, como el
catalán José Freixas, no tenía empacho en confesar que había compuesto su
celebrada ópera La Figlia del deserto
tarareando las melodías a un profesor de música que las armonizaba e
instrumentaba; Freixas compuso otras obras, una Misa de Gloria, un Stabat
Mater, etc. Con el Guernikako Arbola
el célebre Himno de los vascos nacido en una guitarra, sucede –aunque en menor
medida– algo similar cuando su autor, José María Iparraguirre se halla en un
café con el organista Blas de Altuna; o el caso del primer Himno del Paraguay,
compuesto en época de Francia por Quintana, maestro, relojero y guitarrista…
[9] Hay algo más en este descubridor:
respecto a dicho primer piano, en el
ya citado libro nuestro de 1947, en página 56, dimos noticia de uno de los primeros pianos aparecidos en estas latitudes, y ello ocurre en 1806, treinta y
dos años antes del de Pons; y aún en las presentes páginas, en capítulo
anterior, en el concierto de 1822 puede verse a Madame Massini cantando un aria
con acompañamiento de piano y hasta el propio Quijano tocando su cavatina en
1831…
[10] En cuanto a su clarificación del folklore rural y negro, este
señor lo realiza en una sola página: poder de síntesis…que se diluye en exaltar
a Debali (sabemos qué hay detrás de eso) como autor de la primera obra escrita
a la manera del folklore, una Media Caña que no es tal, bien lo sabe ese
profesor, que luego sigue gastando esa solitaria página con una cita “no muy
digna de confianza” [sic] y que en 1936 desechó radicalmente y con razón Carlos
Vega en su libro Danzas y Canciones
Argentinas, páginas 137 y siguientes.
[11] Hace unos diez años la sociedad criolla Elías Regules proyectó la erección de un monumento a Debali como autor del Himno. Son gentes de
dinero y pudieron haberlo logrado sin mayor esfuerzo; pero creyendo haber
salvado a la patria con la sola idea, de ello no pasaron.
[12] Historia crítica del Himno Nacional del Perú, de Carlos Raygada.
[13] En 1968 la Asociación General de Autores Uruguayos publicó un
llamado a historiadores e investigadores musicales para que enviaran sus
trabajos sobre este debatido tema de la paternidad de dicha música;
aparentemente era una buena idea: propiciar la investigación de la verdad
histórica es siempre acción plausible. Acudimos a dicha oficina a recabar las
bases y se nos prometió que antes de una semana se publicarían. Pocos días
después, un señor Coriún Aharonián que oficiaba de crítico musical en un periódico capitalino,
publica un artículo un tanto confuso sobre la importunidad de tal llamado… y
que si Ayestarán ya había dicho… y que si Pivel Devoto…y que si
Hugo Balzo… Le replicamos en el mismo periódico, nos replicó a su vez y
finalmente abandonamos pues era evidente que dicho crítico no quería entrar en
el tema propiamente dicho. Lo cierto es que pasó una semana, y dos, y tres… años
y las bases no aparecieron. Parece que móviles no muy claros provocaron el tal
llamado y a su vez la consiguiente crítica. Fue una oportunidad perdida.
A este
propósito nos place recordar un episodio poco conocido en nuestro país, cuyo
principal protagonista fuera un
excelente músico uruguayo, Carlos Pedrell (de quien hablamos en el
capítulo siguiente). Sintetizo: en 1909 el Consejo Nacional de Educación de la
Argentina decretó: “Art. 1ro. Habiéndose discutido recientemente la verdadera
letra y música del Himno Nacional
-
Considerando que el Consejo no
puede permanecer impasible ante esta polémica, velando por el imperio de la
verdad histórica, en que se trata de establecer el origen fehaciente de la
parte poética y musical de nuestra Canción Nacional”, etc. “Se designa al Dr.
Alfredo A. Posse y al inspector de
Música Profesor Don Carlos Pedrell”… etc. Después de ardua como larga tarea,
Pedrell informó sobre la parte musical y publicó luego un libro sobre este
tema, libro que puede verse en nuestra Biblioteca Nacional.
-
Resta agregar que en nuestro
caso, las ediciones musicales del Himno lucen aún como autor, el nombre de
Debali, a ciento veinticinco años de su oficialización por el Presidente
Joaquín Suárez. Lo cual parece servirle al señor Balzo para robustecer más aún
su peregrina tesis…