En artículo anterior comentaba algunas peculiaridades que me han
enriquecido la vida por haber conocido dos países latinoamericanos que –a pesar
de estar en un mismo continente, hablar un mismo idioma y tener una fuerte y
común herencia española– tienen diferencias muy notables y curiosas.
Efectivamente, Uruguay, mi país de origen, y México, mi país de adopción que me
ha dado una nueva ciudadanía, son muy interesantes para reflexionar sobres su
gente, costumbres, tradiciones, sabores, olores, climas y tantas cosas más que
incluyen hasta el lenguaje: común pero distinto.
En esta segunda parte me dedicaré a comentar los festejos de la Navidad,
ya tan próximos, que mostrarán claramente las diferencias entre un pueblo y
otro. Es cierto que la tradición católica española desembarcó aquí y allá con
una cantidad enorme de ritos y costumbres comunes para festejar la Navidad,
pero son muy considerables las diferencias. Empecemos por el clima que
predomina en diciembre en ambos países.
Por el hecho natural de estar cada país en hemisferios distintos
parecería que ya hay una diferencia radical, pero el invierno mexicano es muy
distinto dentro del propio país, que por ser tan grande y diverso encontramos
que el centro y el norte son muy fríos en el invierno –que comienza el 21 de
diciembre– y que la costa del Pacífico y el sureste siempre son calurosos en
cualquier época. El centro es frío en invierno por la altura sobre el nivel del
mar e incluye ciudades como el Distrito Federal, Toluca, Puebla, Pachuca, Querétaro.
Mientras tanto ciudades como Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí,
Zacatecas, Saltillo, Monterrey, Chihuahua, Torreón y las fronterizas Tijuana,
Cd. Juárez y Mexicali son frías en invierno por la latitud norte donde se ubican
y no por la altura. Precisamente en estas ciudades está la mayoría de la
población del país y por ello la Navidad está asociada, definitivamente, al
frío invierno.
En el centro y norte de México tienen sentido las comidas y bebidas de
Navidad que la mayoría de los mexicanos consumen y se justifica un pavo al
horno con rellenos de almendras, nueces o avellanas, o una pierna de cerdo
enchilada. También se justifica el ponche, muy rica bebida caliente que se
prepara poniendo a hervir agua con trozos pelados de caña de azúcar, tejocotes
(pequeña fruta invernal de sabor y consistencia muy parecida al membrillo),
flor de Jamaica (una de las variedades del hibisco) que da sabor y color a esta
especie de tisana, trozos de manzana, guayabas, pasas de uva y de ciruela,
tamarindos (fruto de sabor ácido en forma de vaina de un árbol tropical) y
rajas de canela. Toda esta mezcla de frutas se endulza con piloncillo (el conocido
producto de la caña antes de purificarse para hacer el azúcar que se le llama
rapadura en Uruguay y que se vende en la frontera con Brasil). Al hervir toda
esta fruta y la flor de Jamaica resulta una dulce tisana, que se toma caliente
y se come de paso la fruta. Este ponche mexicano se puede tomar con “piquete”,
esto es con un chorrito de ron o de brandy que resulta en una bebida con
alcohol muy sabrosa y especial para combatir el frío.
Ingredientes del Ponche.
Ponche listo para tomar.
En el centro de México hay un par de comidas que se preparan especialmente en Navidad y en Semana Santa (Semana de Turismo en Uruguay): el revoltijo o romeritos y el bacalao a la veracruzana (vizcaína). El revoltijo (término usado fundamentalmente en el Valle de Toluca) es una exquisita comida preparada con romeritos (planta silvestre prehispánica muy consumida por los aztecas que ahora se cultiva en las zonas rurales de la capital mexicana), papitas cambray (papas pequeñas), nopales (cactus), cebolla, ajo, mole (especie de salsa hecha con chiles, almendras, nueces y cacahuates molidos) y camarones secos. Amigo lector, este revoltijo tan exótico para cualquiera que no sea mexicano, es un verdadera delicia y créame que lo espero cada año para darme el gusto de saborearlo.
El bacalao a la veracruzana o a la vizcaína es una comida de origen español que se ha difundido por el mundo entero y que en México se le agregan unos chiles “güeros” (amarillo pálido), retorcidos y nada picantes. No por conocido, este platillo deja de ser sabrosísimo.
Mientras tanto en Uruguay la Navidad está asociada al calor, a la vida
al aire libre, a la playa, con temperaturas que oscilan entre los 25 y 35
grados en todo el país; por ende las comidas de Navidad están enfiladas a
prepararse en espacios abiertos como las carnes (¡vaya novedad!) asadas a las
brasas. Es casi infaltable un tierno cordero a la parrilla, o un típico asado
de carne vacuna con chorizos y algunas achuras (menudencias) como chinchulines
(tripa de leche en México), mollejas, riñones y demás. También un lechón a las
brasas o al horno es frecuente en estas fechas. No tan habitual es un pescado
grande (corvina o lenguado) a las brasas, aunque sí se recurre a él en zonas
costeras donde es más fácil adquirirlo. Estas carnes se acompañan con
abundantes ensaladas verdes o rusa en el caso del lechón.
Asado con achuras.
Agrego aquí una achura que sólo la he comido en Minas, el pueblo donde
nací: la tripa gorda rellena de fariña. Aclaremos qué es esto que ni los
montevideanos conocen. En mi niñez y juventud, Minas la capital del
Departamento de Lavalleja, lugar de paso en la ruta 8, tenía una gran influencia
de Brasil a pesar de estar muy lejos de la frontera. Esto explica el uso en
muchas comidas de la harina de mandioca (yuca o guacamota en México)
proveniente de Brasil, donde simplemente le dicen “farinha” (harina en
portugués que se pronuncia fariña). La fariña se prepara friendo primero
cebolla y ajo y luego se agrega la fariña seca que se revuelve a la vez que se
agrega caldo caliente de puchero hasta que se forma una pasta homogénea (pirón)
que se deja cocinar unos minutos más. Se deja enfriar y se le agrega perejil
picado.
Se toma una tripa gorda (intestino grueso previamente lavado y dejado
reposar en agua con vinagre para quitarle cualquier mal olor) se le ata una
punta y por la otra se introduce el pirón y también se ata. Se pone en la parte
alta de la parrilla y lentamente se cocina la tripa hasta que a último momento
se baja la parrilla para dorarla. Al cortarla en trocitos encontraremos que el
pirón sabe exquisito por la grasa que soltó la tripa rellena. Con verdadera
sorpresa he visto en Montevideo que en las parrilladas ponen fariña seca, sin
preparar, para que uno pase un trocito de tripa gorda en ella y así comerla. En
fin, a eso le llaman tripa gorda con fariña…
Como el ponche en México, también en el Río de la Plata existe una
bebida donde mezclan frutas picadas frescas de la temporada como durazno, manzana,
naranja y frutillas (fresas), jugo de naranja, vino tinto, azúcar y hielo. Se
trata del clericot o sangría. En fechas posteriores a la Navidad se le puede agregar
peras y uvas, aunque ahora con la globalización ya no hay frutas de temporada y
se consiguen todas todo el año.
Clericot o sangría.
Además de las comidas y bebidas en uno y otro lugar, existen diferencias muy importantes en las costumbres de adornar casas, calles, y –fundamentalmente– en las tradiciones para celebrar la Navidad. En Uruguay las cosas son bastante austeras, reflejo de una religiosidad bastante ausente en la mayoría de la población más allá de ser creyentes o no. En los años 50s y principios de los 60s las calles eran objeto de adornos luminosos verdaderamente atractivos, pero fueron desapareciendo paulatinamente hasta que muy recientemente aparece algún adorno en las calles. En las casas generalmente se pone un arbolito de Navidad casi para cumplir y prácticamente nada más. Es difícil ver un nacimiento o pesebre o algún adorno más. Los centros comerciales sí apuestan más a presentar adornos navideños para atraer a los consumidores.
Quizás lo más notable de los festejos navideños en Uruguay se produce en
las noches del 24 y del 31 de diciembre cuando se tiran millones de cuetes y
fuegos artificiales en un verdadero desafío entre los vecinos de una calle y
otra. Llama la atención el fervor pirotécnico de niños, jóvenes y no tan
jóvenes para recibir la Navidad y el Año Nuevo.
Pirotecnia en Montevideo.
En México, el espíritu religioso y –fundamentalmente– el ánimo fiestero de la gente llevan a los festejos navideños al extremo de una verdadera maratón que jocosamente la llaman “Maratón Guadalupe–Reyes” en alusión al período que va desde el 12 de diciembre (Día de la Virgen de Guadalupe) hasta el 6 de enero (Día de Reyes). A los cuatro días de los festejos de la Patrona de México, arrancan Las Posadas, tradicional representación popular de los días previos al nacimiento de Jesús cuando María y José realizaban el peregrinaje desde su salida de Nazaret hasta Belén y pedían posada para pasar la noche. Estas pintorescas representaciones se han ido desvirtuando en los adultos y prácticamente se trata de festejos que sirven de pretextos para comer, beber y –muchas veces– bailar. Los niños, con su inocencia y pureza, mantienen la tradición sin alterarla y la representan con letanías, villancicos y velas. El momento culminante de Las Posadas y que encanta a los niños es cuando se rompe una piñata que tiene forma de estrella con siete picos; cada pico es un pecado capital. Debe romperse con un palo, que representa la fortaleza y fuerza de Dios, con los ojos vendados en representación de la fe ciega en el Señor. Al romperse, la caída de los dulces y las frutas representa las recompensas y dones que, por vencer al pecado, reciben todos los participantes.
Artesano haciendo una piñata cuyo cuerpo es una olla de barro.
"La piñata", pintura de Diego Rivera
Para cerrar este artículo debo reconocer que en ambos países la influencia de la “cultura” gringa ha ido ganado terreno e imponiendo –a través de su producto estrella: Coca Cola– la presencia de Santa Claus (Papa Noel en Uruguay) en detrimento de los ya tres tristes Reyes Magos. Por cierto, no hace muchos años se ha incorporado en México una linda costumbre: comprarle a los globeros –que están más puestos que un calcetín– globos inflados con gas de donde los niños atan su cartita a los Reyes Magos para soltarlos el 5 de enero. Al subir y alejarse el globo con tan importante mensaje, la emoción de los niños también sube y se mantiene así una tradición llena de fantasía y hermosos recuerdos que jamás nos abandonarán.