El Centro de Desarrollo para la Comunidad
El 1º de marzo de 1977 volví a dar las clases de guitarra clásica en aquel magnífico espacio del Centro de Desarrollo para la Comunidad de Cd. Sahagún, estado de Hidalgo que dirigía Jesús Mora Luna, fino pintor hidalguense con una paleta que reproducía fielmente los tonos amarillentos y marrones que primaban durante la mayoría del año en los paisajes tan distintivos de los llanos de Apan.
Chucho, como le llamábamos con cariño a este gran amigo, forjó una institución única en Cd. Sahagún con un mínimo de recursos pero con una generosa actitud de ver siempre cómo sí se pueden hacer las cosas aunque parecieran imposibles. Así lo veíamos dando sus clases de dibujo o pintura, como atendiendo el mantenimiento de aquel espacio, haciendo labores de carpintería, o atendiendo escuelas primarias y secundarias que solicitaban su apoyo y experiencia artística.
Aparecieron los “viejos” alumnos de guitarra del año anterior e inmediatamente Chucho consiguió recursos para comprar un par de instrumentos, atriles, metrónomo, los métodos de Pujol, Aguado-Sinópoli, Estudios de Carcassi y de Fernando Sor. Los clásicos banquitos para poner el pie izquierdo fueron productos de la habilidad para la carpintería y siempre buena disposición de este joven pintor hidalguense. El taller de guitarra rápidamente tomó forma y las clases empezaban a dar sus frutos.
Debo destacar que conseguir partituras para los alumnos no era una tarea fácil cuando se comienza desde cero en un nuevo país. El proceso de nutrirse con obras para guitarra llevaba años en aquella época, situación que hoy con el internet es muy sencillo resolver, por lo cual recurría a la vieja Escuela Nacional de Música de la UNAM que funcionaba en aquellos años por la colonia (barrio) San Rafael de la Ciudad de México. Allí siempre encontré el cálido apoyo del maestro Alberto Salas quien me autorizaba a fotocopiar los textos musicales que necesitaba.
Un par de jóvenes rápidamente empezaban a destacar: Victorino Peña, talentoso y de buena motricidad; y Delfino Urdanivia, obrero metalúrgico de Diesel Nacional que, con tenacidad y ganas demostraba que podía romper las ataduras de aquellas manos acostumbradas al metal. Tiempo más tarde llegó una joven de Pachuca que ya estaba iniciada en el estudio de la guitarra, Enriqueta Ciprés, que tocaba muy bien y junto con Victorino formaron un buen dúo de guitarras.
Un poco antes ya había llegado el Ing. Luis Alberto Fonseca, Gerente de Diesel Nacional, quien había estudiado algún tiempo guitarra con el maestro hidalguense Baltasar González. Este ingeniero preparado, culto y con entusiasmo por nuestro instrumento fue una pieza muy importante para consolidar las clases de guitarra en el Centro de Desarrollo porque su sola presencia aseguraba la debida atención y apoyo de las autoridades del Combinado Industrial Sahagún.
El Centro Guitarrístico Agustín Barrios
En este marco de entusiasmo por la guitarra comenzó a gestarse la idea de formar un centro guitarrístico para iniciar tareas de divulgación y promoción de las seis cuerdas. En ese mismo año el Ing. Fonseca trajo una vez a don Baltasar González Campero, ilustre maestro de guitarra del estado de Hidalgo que había estudiado en 1939 con Ismael Guerrero de Pachuca. Nos fascinó la personalidad de este hombre de origen campesino que con infinita modestia nos contaba de sus andanzas musicales por el estado. Pese a su avanzada edad mostraba juveniles arrestos cuando hablaba de la guitarra y me preguntó si conocía la música de Agustín Barrios. Cuando le respondí que era ferviente admirador del genial paraguayo, soltó una frase que nos dejó estupefactos:
–¡Yo conocí al maestro Agustín Barrios “Mangoré”!
–¡Háblenos de él don Baltasar, por favor…!
Allí nos contó que lo conoció en Pachuca y que deslumbraba tocando sus composiciones y arreglos. Que la famosa obra “La hilandera” la había escrito en Tepeapulco, pequeño y muy antiguo pueblo conurbado con Cd. Sahagún. Poco a poco fue desgranando anécdotas del gran paraguayo hasta que nos contó que se marchó de Pachuca integrando un circo donde disfrazado de indígena paraguayo –para llamar la atención– tocaba la guitarra.
La vieja idea de ponerle a un centro guitarrístico el nombre de Barrios allí mismo tomó forma al saber que había andado y compuesto una obra por esa zona. Había una clara vinculación entre el estado de Hidalgo y Barrios. Porque, debo confesarlo, no me resultaba fácil proponer ese nombre en aquellos años donde casi nadie en México tocaba obras de Agustín Barrios y era apenas conocido por los comentarios y divulgación de don Juan Helguera en su programa “La guitarra en el mundo” de Radio Universidad Nacional Autónoma de México.
Con el ingeniero Fonseca, Jesús Mora Luna y los alumnos un buen día tomamos coraje y nos atrevimos a fundar el “Centro Guitarrístico Agustín Barrios”. Su presidente fue el Ing. Fonseca y el secretario quien escribe estas líneas. Ahora había que organizar el acto de inauguración y empezamos a preparar algunas obras del paraguayo que interpretaríamos con el ingeniero. Chucho realizó un retrato del músico basado en una vieja foto que teníamos. Mientras tanto fui a hablar con el maestro Juan Helguera y lo invitamos para que diera una charla sobre Barrios a la vez que también invitamos a don Baltasar González para realzar el acto inaugural.
Así fue que el día 22 de septiembre de 1977 se llevó a cabo la inauguración del centro guitarrístico según los detalles que en el modesto programa adjunto se pueden ver. Y ya no paramos en organizar conciertos y exposiciones de pintura que fueron haciendo crecer el entusiasmo de quienes formábamos parte del desaparecido –hace muchos años– Centro de Desarrollo para la Comunidad.
Guitarristas generosos y de mucho prestigio nos apoyaron en conciertos que no dejaban decaer aquel sueño hecho realidad en Cd. Sahagún. Así engalanaron y fueron parte de este Centro Guitarrístico Agustín Barrios, músicos como Gerardo Tamez, Roberto Limón, Javier Hinojosa, y las uruguayas Magdalena Gimeno y Cristina Zárate entre los que la memoria nos trae.
Un punto culminante fue el concierto que diera el guitarrista mexicano Javier Hinojosa que sirvió de merecidísimo homenaje al maestro don Baltasar González Campero, quien nos honró con su presencia.
Con modestos alcances pero no menos importante fueron las presentaciones anuales de los alumnos y la celebraciones del Día de la Música con su patrona Santa Cecilia en el marco del propio centro guitarrístico. De esta última celebración recuerdo una hermosa copia realizada por nuestro director del Centro de Desarrollo, Jesús Mora Luna, a una famosa pintura de Santa Cecilia tocando el laúd que, de enorme tamaño, presidió las presentaciones musicales organizadas.
Pero sin duda el momento más importante que vivió el Centro Guitarrístico Agustín Barrios fue la inauguración del “Mural de la Guitarra” en el marco de unas Jornadas Culturales que trajeron a la Orquesta de Cámara de la Ciudad de México.
Nuestro buen amigo Chucho nos había presentado un joven pintor de gran talento: Miguel Ángel Hermann, oriundo de la ciudad de Apan, localizada a pocos kilómetros de Cd. Sahagún dentro del propio estado de Hidalgo. Con un nombre muy comprometedor para un pintor, Miguel Ángel nos regaló una obra magnífica de grandes proporciones que fue admirada por propios y extraños.
Al entrar al salón de actos del Centro de Desarrollo (hoy es una dependencia del FONACOT, institución de crédito del gobierno federal mexicano) la pared de la izquierda mostraba un mural de unos seis por cuatro metros donde una enorme y moderna figura tenía como cabeza un retrato de Fernando Sor que sostenía en una especie de enorme brazo (un pentagrama) los retratos de Fernando Carulli, Dionisio Aguado, Francisco Tárrega, Manuel M. Ponce, Heitor Villalobos y Agustín Barrios (entre los que recuerdo) que eran a su vez gigantescas notas de una partitura del propio Sor. Con muchísima pena –lo confieso– perdí la única foto que poseía y que ahora sólo en mi memoria –siempre frágil y medio gastada– ha quedado impresa.
Es muy difícil hablar de esa obra pictórica moderna y genial para quien no es un pintor, pero sí puedo decir que el orgullo y emoción que sentimos todos por verla en aquella enorme pared era aún más grande que las dimensiones del propio mural. ¡Cuánto daría por tener una foto de aquella maravilla que fue borrada sin contemplación alguna!
No faltaron las retribuciones a tan entusiastas labores y en una oportunidad la esposa del Lic. Francisco Javier Alejo (aquel Director General del Combinado Industrial Sahagún), quien era la persona que se encargaba de coordinar las labores sociales y culturales del Combinado, me ofrece la oportunidad de tocar como solista de la Orquesta Sinfónica del Estado de Michoacán. Era difícil decir que no a esa inmerecida propuesta que por aquellos años parecía un sueño inalcanzable.
Para aprovechar este inesperado ofrecimiento con la mayor dignidad posible me puse a estudiar el Concierto en Re Mayor para guitarra y cuerdas de Antonio Vivaldi que no ofrece dificultades y que podría tocarlo con las cuerdas de la orquesta. Así fue que el 5 de julio de 1979 tuve la fortuna de tocar esa obra en el Auditorio Municipal de Cd. Sahagún, siempre en el marco del Centro Guitarrístico Agustín Barrios.
Así fueron los años 1977, 78, 79 y cuando llegamos a la mitad de 1980 aparecen las malas noticias que nos anuncian la privatización del Combinado Industrial Sahagún y con ello se acaban los apoyos a las actividades culturales. Se acabaron las clases de guitarra, las presentaciones de alumnos, los conciertos y demás actividades artísticas.
Ya no está el Centro de Desarrollo para la Comunidad; ya no existe el Centro Guitarrístico Agustín Barrios; ya no está el “Mural de la Guitarra” de Miguel Angel Hermann; ya no está con nosotros don Baltasar González Campero. Pero nadie podrá borrar de nuestros recuerdos aquellas inolvidables páginas que escribimos con entusiasmo y alegría en aquel entrañable rincón del estado de Hidalgo.